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La crisis puede ser mayor de lo que se pensaba

La colosal caída de 32 por ciento que tuvo el mercado de automóviles estadounidense el pasado mes de octubre, trae a superficie un escenario que poco o nadie pudo prever. El mercado interno en Estados Unidos ha alcanzado su menor nivel en décadas y esto ha puesto en peligro la existencia misma de la fabricación de autos en el vecino país del norte. O al menos esto es lo que se puede deducir de un estudio difundido el pasado miércoles por la CAR (Centro de Estudios Automotores, por sus siglas en inglés). Según ese estudio, se perderían cerca de tres millones de puestos de trabajo. En cuatro años, el país perdería cerca de 400 mil millones de dólares en impuestos.

Claro que suena demasiado pesimista pensar en que los tres mayores fabricantes de autos de Estados Unidos, que también se encuentra entre los mayores del planeta, desaparecerán. Sin embargo, el simple hecho de que se haya estudiado el tema, significa mucho. Quiere decir que la crisis es fuerte lo suficiente como para hacer este tipo de cuentas.

Ayer, viernes, Ford y GM anunciaron sus pérdidas en el tercer cuarto del año. Para Ford las noticias no fueran tan malas, ya que perdieron 129 millones de dólares. Suena mal, pero es mejor que los 8.7 mil millones que perdió en el trimestre anterior. También es mejor que los 2.5 mil millones de dólares que GM declaró como pérdidas en este tercer cuarto. Chrysler, hoy una empresa privada, no está obligada a declarar sus pérdidas o utilidades y, obviamente, no lo hizo.

El hecho es que el escenario es profundamente grave. La gente simplemente dejó de comprar automóviles en Estados Unidos, de la manera como lo estaba haciendo hace más de dos décadas. Y lo dejó de hacer en primer lugar porque el crédito es escaso y difícil. En segundo lugar, por la extremada volatilidad en los mercados mundiales. Juntos, esos factores llevan a los consumidores a una crisis de confianza sin precedentes, que hace que nadie quiera gastar dinero en cosas que no necesitan, como un auto nuevo, lo que se puede concluir en función de la actitud del mercado, que huye de los distribuidores.

La industria automotriz estadounidense necesita ayuda. Y rápido. Tanto, que Troy Clarke, Presidente de GM Norteamérica, llamó la unión de los fabricantes y proveedores, para que juntos presionen el Congreso y el Gobierno para recibir la ayuda necesaria.

El Presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, se declaró consciente de la necesidad de ayuda y ordenó un grupo de asesores a buscar la solución. Pero ésta es, en este momento, dinero. El problema más inmediato de los fabricantes de autos en EUA es liquidez. Hay un plan de préstamos por 50 mil millones de dólares de parte del Gobierno, pero se haría efectivo sólo hasta el año que viene. Mientras tanto, ejecutivos de GM, Ford y Chrysler intentan hacer que al menos la mitad de ese dinero entre ya a sus cofres, al transformarlos en carácter urgente.

Todo este movimiento, hasta ahora, ha surtido poco efecto en México. Pero, por más que nuestras autoridades insistan en decir que estamos “blindados” contra la crisis, esto es difícil de creer. Y más aún cuando se trata de la industria de autos.

En México, la industria automotriz es la tercera fuente de ingresos del país, sólo detrás del petróleo (que vive, por si nadie se había dado cuenta, también de los autos) y de las remesas de los mexicanos que trabajan en Estados Unidos. Claro que si disminuye el consumo de petróleo, bajan los precios (como ya están bajando) y disminuye nuestro ingreso. Al bajar también el nivel de empleos en EUA, el ingreso por remesas igualmente descenderá. Y los fabricantes de autos en México, que en casi su totalidad dependen de las exportaciones hechas hacia la Unión Americana, también se verán en la obligación de cortar empleos e inversiones.

Ojalá y los rescates de las armadoras de automóviles en Estados Unidos se de y más pronto que tarde. De no ser así, como dirían algunos, “que Dios nos agarre confesados”, porque no habrá blindaje capaz de protegernos de esa catástrofe financiera.
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