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La Palabra del Domingo: ¡Ven, Espíritu Santo!
El día de Pentecostés, a los cincuenta días de la Resurrección de Cristo, estaban los apóstoles reunidos con María en oración
Habían perdido a su Maestro, estaban confundidos, temerosos, y sin saber qué hacer. Habían dedicado los últimos tres años y medio de su vida para seguir a Jesús, y ahora esa causa parecía perdida una vez que su líder había sido puesto un una fría tumba en Jerusalén. Por eso al anochecer del primer día de la semana, cuando Jesús resucitó y se presentó ante sus discípulos, hay dos cosas que sucedieron, y que llaman poderosamente la atención: el saludo de Jesús y el regalo de Jesús.
El saludo de Jesús fue la expresión “Paz a vosotros”. Aunque era el saludo habitual entre la gente de aquel tiempo, las palabras de Jesús tuvieron un profundo significado, porque eran la bendición de Dios sobre esos atemorizados hombres, declarando la paz que sobrepasa el entendimiento y las circunstancias. No es lo mismo cuando una persona desea paz a la otra, que cuando Dios mismo expresa la palabra de paz sobre alguien.
Cada vez que Jesús dijo algo, su palabra siempre salió con autoridad para que se hiciera lo que Él había declarado. Cuando Jesús decía “sal” a un demonio, no había posibilidad de que el demonio se quedara dentro de la persona; cuando Jesús le decía “cálmate” a la tormenta en el mar, lo que sucedía inmediatamente era que las olas y el viento se calmaban; cuando Jesús decía “eres sano” a un enfermo, éste se recuperaba inmediatamente de su padecimiento.
Nunca hubo palabra alguna que Jesús haya mencionado, que quedara sin efecto, y sin que se cumpliera lo que había ordenado. Por eso es tan significativo cuando Jesús dijo “Paz a vosotros”, porque no les estaba deseando la paz, sino que les estaba ordenando la paz, y era imposible que le verdadera paz de Dios no llegara a sus corazones.
El regalo de Jesús, fue la presencia del Espíritu Santo sobre sus discípulos. Este regalo fue la culminación de su ministerio en la tierra, porque aunque Él pronto se iría al cielo, el Espíritu nunca se apartaría de ellos. El nombre con el que Jesús describió al Espíritu Santo, es una palabra que significa “un amigo a un lado”, o “un abogado cercano para ayudar y defender”. Los discípulos nunca más estarían solos para poder seguir con el mandato de Jesús de llevar el evangelio a todas las naciones, nunca más estarían solos para enfrentar el odio de los sacerdotes y maestros de la ley, nunca más estarían solos para defenderse de las persecuciones de los que odiaban el camino cristiano.
Por eso esa noche, en esa casa cerrada donde un grupo de hombres temerosos lloraban su tragedia, el saludo de Jesús y el regalo de Jesús transformaron radicalmente a los discípulos, quienes salieron de ese aposento para transformar al mundo y desafiar al reino de las tinieblas. ¿Eres un seguidor de Jesús? ¿Has recibido su saludo de paz? ¿Has recibido su regalo del Espíritu Santo? Que así sea.
Angel Flores Rivero
iglefamiliar@hotmail.com
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