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¡Jaque mate!

La estrategia se ha convertido en tradición, a lo largo de los años los hombres se reúnen para enfrentarse en una partida de ajedrez

GUADALAJARA, JALISCO (30/OCT/2010).- En el Centro Histórico de Guadalajara, para algunos pasan desapercibidos; para otros, aquella estampa de unos cuantos hombres con la mirada fija en un tablero, con el fondo de la Catedral Metropolitana iluminada y el atardecer que atestigua el juego que los congrega en ese lugar, es suficiente motivo para desviar su camino, detenerse unos minutos y ver de cerca –con atención– al menos una partida de ajedrez.

Desde los escalones, a lo largo del pasillo, o en las bancas que se encuentran en los portales del Ayuntamiento de Guadalajara, cerca de 10 tableros se empeñan en crear compañerismo entre conocidos y algunos que con el paso de los días se suman a esa estampa diferente, pero tradicional de la ciudad.

Efraín Mayorga, de 71 años de edad, no sabe desde cuándo los ajedrecistas están ahí, tampoco cuál fue el motivo que dio pie a esas reuniones que comienzan cuando cae la noche. A decir verdad, casi es natural que cerca de las 19:00 horas, de lunes a viernes, quizá los sábados, llegue un jugador empedernido armado con su tablero y trebejos, y enseguida encuentre un contrincante para iniciar una partida. No transcurre mucho tiempo cuando ya son varias las parejas sumergidas, concentradas para mover cada pieza con estrategia y habilidad, con la firme convicción de aprender más y ¿por qué no?, de hacer un orgulloso jaque mate.

En ese grupo no hay restricción de edades, no se trata de un club, tampoco se necesita membresía para estar ahí, basta con mostrar interés y pronunciar la palabra clave “reto”, entonces, sólo queda esperar para conocer el resultado de la partida que se juega y asimismo al contrincante a vencer.

Aunque en el mundo del ajedrez hay partidas que duran varias horas, a veces días, en este lugar el promedio para cada encuentro oscila entre los 25 y 30 minutos.

Hay quienes ven al ajedrez como su más importante fuente de distracción, como las lecciones que llevan del tablero a la vida misma o, incluso, como la oportunidad de hacer nuevos amigos, pero hay algo en lo que todos esos hombres coinciden: aquello no es sólo un juego. Este acto va más allá de la diversión; hay estrategia, emoción y aprendizaje en cada movimiento.

En el juego y en la vida

Efraín es, quizá, uno de los grandes veteranos ajedrecistas del Ayuntamiento. Su profesión, maestro de ajedrez; su distracción, ajedrecista.
“Creo que tengo entre 40 y 45 años viniendo aquí, no estoy seguro. Tampoco tengo claro cómo o por qué llegué. A veces me voy, pero siempre regreso para comenzar otra partida. Es lo que hago”.

Para este hombre oriundo de Atoyac, Jalisco, el ajedrez es una forma de entretenimiento, que al mismo tiempo lo ayuda desarrolla habilidades y le da fortaleza y conciencia para tomar decisiones, por eso, considera que se debería inculcar entre los niños y promover en las escuelas.
A través del juego que podría parecer sencillo, surge entre los contrincantes un contacto analítico que se muestra inquebrantable, pocos se atreven a llegar e interrumpir una partida.

“En alguna ocasión le solicité a uno de ellos su ayuda. Quería mejorar y entender claramente el juego, pero lo hice en medio de una partida. Le dije ‘señor, disculpe, puedo hablar con usted’, y no me respondió, repetí mi solicitud en dos ocasiones y entonces me di cuenta que no interrumpiría su juego sólo para responder. Ahora lo entiendo”, cuenta Jorge López, un estudiante de preparatoria que de vez en vez, aprovecha sus tardes libres para verlos jugar.

El ajedrez es estrategia, es un juego que atrae hasta por sus piezas estéticas y el sonido que éstas hacen, a veces, cuando chocan. Las habilidades que se desarrollan gracias a él son la estrategia, el cálculo e incluso, en un sentido filosófico de la vida, la fuerza para ganar las batallas que se deben librar a cada paso, con cada decisión y en cada movimiento.

Al menos así es como lo ve Joelle Corbel, quien el martes pasado se detuvo por primera vez frente al Ayuntamiento. Originaria de Francia, pero acogida por la Perla Tapatía desde hace 10 años, Joelle ya había recorrido el Centro Histórico en repetidas ocasiones, pero confiesa que nunca, hasta aquella noche, se había percatado de la presencia de los tableros, las piezas y los jugadores.

“Es la primera vez que los veo, me detuve porque me gusta mucho el ajedrez y me dio gusto verlos aquí, en un espacio público”.
Atenta a la partida reveló que no se atreve a retarlos -por ahora-, pero que seguramente volverá hasta tener el valor y la certeza de ser una competidora a la altura de aquellos hombres de distintas profesiones: pintores, comerciantes, albañiles, maestros, estudiantes, pero todos, ajedrecistas.
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