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Insondable

The Master evita las grandes revelaciones sobre la cienciología

GUADALAJARA, JALISCO (26/MAY/2013).- Me falta sensibilidad para captar en todo su esplendor la trascendencia y complejidad presentes en The Master: todo hombre necesita un guía, que ostenta un inspirado título spanglish cortesía de las compañías Sun Distribution y Canana. La película resulta larga, lenta y tediosa. Cualidades frecuentes del cine que no quiere parecer estadounidense, incluido, como en este caso, el que se hace en aquel país con afanes de entretener con un estilo personalísimo.

Lo que se cuenta parece poco y lo que se deja ver, mucho. Las escenas tienden al estancamiento, duran el tiempo suficiente para hacer pensar que no se entiende qué pasa. Los personajes se muestran rigurosamente interpretados como seres auténticos y excéntricos. El protagonista es un marino que peleó en la Segunda Guerra Mundial y posiblemente por ello sufre de problemas mentales serios. La postura que adopta, hombros caídos y una leve joroba, más el gesto agrio de su rostro, más su forma de hablar entre dientes, delatan su desarreglo interior. Su comportamiento también; tiene arranques agresivos y es un terco ebrio apegado a las pócimas más imbebibles. Se toma una botella que saca del botiquín del baño, igual que prepara unos cocteles venenosos, a base de solventes, que hacen agonizar a sus compañeros de borrachera. Luego de unos  40 minutos de seguir al desdichado, la narración introduce a un ser más refinado. Se trata del carismático fundador y paladín de un grupo que profesa una serie de creencias inusitadas. En ese momento despierta el interés el contraste entre el lunático tosco y el elegante, y eso perdura por otros 50 minutos. En cuanto al movimiento, secta, o lo que sea,  la película carece de afanes informativos, tan sólo cumple funciones dramáticas. Olvídese de críticas fuertes o revelaciones escandalosas sobre la Cienciología y L. Ron Hubbard como se rumoró antes de su estreno en el festival de Venecia del año pasado.

Más que los acontecimientos en sí, la posible curiosidad de la cinta reside en el testarudo ritmo de la escenificación y en el arreglo fotográfico de las imágenes. A diferencia de otros procedimientos narrativos donde el espacio y la acción física se evocan a partir de la relación de los distintos planos, aquí el cineasta transmite una sensación más concreta de la dimensión de los lugares, de la posición de los actores, y de su actividad, manteniendo fijo el ángulo de toma. Eso libera de las prisas la atención del espectador permitiendo revisar mejor la calidad plástica de cada imagen. También intrigan algunas pretensiones simbólicas, como la recurrente visión de una estela de espuma en el mar que va dejando un barco que no se ve, o los raros momentos cuando, sin avisar, se ofrece la visión de lo que ocurre en la imaginación del protagonista.


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