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Felipe Flores, restaurador de fe

En su taller, las figuras religiosas se imponen con grandeza y sus manos hacen todo por recuperar siglos de vehemente devoción

GUADALAJARA, JALISCO (19/MAR/2011).- Desde muy pequeño Felipe Flores Domínguez supo que su vida estaría encaminada a alguna disciplina artística, quizá entonces no intuyó que el destino y su talento lo llevarían no sólo a crear sus propias esculturas, sino a evitar la pérdida de otras obras con gran historia.
En su taller, Felipe tiene cientos de herramientas y materiales, pero entre todos sobresalen las imponentes figuras de algunos santos y vírgenes que esperan el momento de recuperar la esencia de lo que fueron hace cientos de años, que esperan a ser restauradas por este artista.

“Mi papá era talabartero, cuando lo veía dibujando yo me ponía a hacer lo mismo y fue así como me di cuenta que tenía esa facilidad. A los 10 años trabajé por primera vez en un taller de escultura con el maestro Luis Larios; comencé haciendo mandados pero con eso aprendí mucho sobre los materiales. Después, poco a poco empecé a tallar y luego a pulir madera. En aquel tiempo las técnicas de restauración eran casi las mismas pero los criterios sí eran distintos: la idea era restaurar una imagen de tal modo que pareciera nueva, cosa que –afortunadamente– se ha perdido con el paso del tiempo”, asegura, y agrega que “no tiene sentido que una imagen propia del siglo XVI o XVII, luzca como nueva, esto sería una mala intervención”.

Posteriormente, Felipe entró al taller del imaginero Jesús Ramírez, luego trabajó con Sergio Bustamante y Jorge de la Peña, con quienes aprendió sobre diferentes corrientes, hasta que, junto a sus dos hermanos inició su propio taller.

Métodos y tecnología

Por milenios, la restauración ha sido una disciplina inherente al hombre, por lo que resulta sumamente difícil precisar con exactitud desde cuándo se practica. “Se sabe de objetos prehistóricos pertenecientes a cierta época, sin embargo, presentan rasgos propios de otro tiempo, lo que significa que en algún punto fueron restaurados”, refiere Flores.

El proceso de restauración ha sufrido cambios conforme a los descubrimientos históricos, avances tecnológicos y la creación de nuevos materiales. Gracias a la aplicación de rayos x se ha logrado dejar al descubierto los componentes empleados en la elaboración de las obras a tratar, por ejemplo, es posible conocer a detalle el espesor o densidad de los elementos utilizados en una escultura, también resulta sencillo saber si éstos están unidos con adhesivos o clavos, lo que da nuevas pautas para su tratamiento.
La luz ultravioleta e infrarroja y las endoscopías se utilizan en esculturas huecas y, aunque parezca extraño, en otras ha sido necesario realizar tomografías. 

“Resulta sorprendente creer que no estamos hablando de medicina, darnos cuenta que se trata de algunos métodos de vanguardia a los que se recurre para llevar a cabo el proceso de restauración”, enfatiza.

Retos superados

Restaurar, destaca Felipe, es la intervención que devuelve en la medida de lo posible, el aspecto original a una obra de arte que ha sufrido daños lógicos por el paso del tiempo o que ha sido consumida por insectos, entre otros factores. “Es un proceso metodológico que comienza con el reconocimiento de la pieza y que no se puede realizar imaginando cómo pudo haber sido la obra, la función que tuvo, su aspecto o el material con el que fue realizada”. En esta labor no hay espacio para las suposiciones, es de suma importancia tener un antecedente histórico del objeto a tratar, de no ser así, se corre el riesgo de alterar la originalidad de la obra, convirtiéndola en una distinta, “faltándole al respeto”.

“A diferencia de otras esculturas, en el arte sacro es muy importante tomar en cuenta la función que tiene desde el punto de vista de la fe. La experiencia profesional me ha hecho saber que es muy importante devolver a la imagen un aspecto que no interfiera con la devoción de las personas”.

Para realizar un buen trabajo, existe una serie de criterios que deben tomarse en cuenta, como qué tanto se debe intervenir la pieza, qué materiales se pueden utilizar y hasta qué punto se debe realizar limpieza o respetar los vestigios del paso del tiempo. De entre todo esto, Felipe considera que lo más difícil es cuando se debe echar en reversa una previa restauración que tuvo un resultado fallido, pues no sólo se hace lo posible por recuperar la originalidad de la pieza, además se deben retirar los restos de un trabajo inadecuado.
“Considero que a una imagen religiosa se le debe realizar una restauración con criterio de mínima intervención, pero tomando en cuenta que es importante remover la acumulación de agentes agregados como la colocación de postizos y elementos ajenos que enturbian la lectura de la pieza original”, destaca.

Cuando Felipe va a realizar una restauración, lo principal es conocer plenamente las características de la obra: quién es el personaje, si tuvo alguna pieza que perdió, o si todavía conserva algunos iconos representativos.
“Todos esos elementos nos llevan a conocer al personaje; una palma simboliza martirio, una iglesia sobre su mano lo identifica como un santo fundador de alguna congregación y si lleva un libro quizá se trate de algún evangelista”.

Luego de esta lectura iconográfica, asegura que es sumamente importante documentarse, saber de qué época proviene la escultura, así como los materiales que se utilizaron, entre otras cosas.

Con esto, aunado al conocimiento de los daños que presenta la pieza, procede a seleccionar una técnica de restauración y se fija metas puntuales y precisas de los resultados que pretende obtener.

El Señor del Perdón y la Virgen de la Soledad

De los casos en los que ha debido “deshacer” una restauración previa, destaca el de El Señor del Perdón que se encuentra en la Parroquia principal de Cocula, Jalisco.

“Cuando revisé la imagen me di cuenta que tenía elementos que no eran propios de la época en que se realizó. Al hablar con el señor cura de la Parroquia de Cocula y con la Comisión Arquidiocesana de Arte Sacro de Guadalajara, llegamos al acuerdo de que lo conveniente era llegar –lo más posible– al origen de la obra, lo que nos permitió descubrir una imagen con una belleza que muchos fieles desconocían”.

Además, el escultor tapatío asegura que para él cada imagen es como “un paciente”, cada una requiere un tratamiento particular según los daños que presenta.

Uno de sus “pacientes” más delicados ha sido La Virgen de la Soledad, una escultura que data del siglo XVI y una de las primeras piezas en llegar a Guadalajara.

“Cuando la bajamos de su lugar para ver los daños, nos dimos cuenta de que estaba destrozada por dentro. El peor enemigo de la pasta de caña –material con el que se elaboró esta obra– es la humedad, irónicamente la única forma de consolidar la imagen era con agentes húmedos, por lo que se corría el riesgo de perderla por completo”.

Por esta razón, Felipe optó por hacer un soporte, una especie de molde sobre el rostro de la Virgen, luego abrió la cabeza y mientras el material húmedo hizo su efecto, el rostro se encontraba protegido con el molde. Cuando por fin tuvo plena certeza de que el interior de la obra se encontraba en buen estado y ya sin insectos que la consumieran, procedió a resanar y cerrar.

Luego del proceso de restauración, que en su caso ha durado hasta dos años, no sabe con certeza cuánto tiempo permanecerá la obra en buen estado, pero dependiendo de los fumigantes y materiales que se hayan empleado, el escultor asegura que pueden pasar siglos antes de que necesite una nueva intervención. 
Pese a todas las restauraciones exitosas, Flores asegura que nunca queda completamente satisfecho, está consciente de que siempre existe el deseo de superarse y de hacer un mejor trabajo con las siguientes obras.
“No te puedes dormir en tus laureles, no se puede decir que existe un logro y ya estamos satisfechos, siempre es importante querer superarse y con ello, seguir aprendiendo”, advierte.
Contacto: (044) 33 3105-6816

Algunos de sus trabajos de restauración

• La Virgen de la Soledad - Guadalajara
• El Señor del Perdón - Cocula
• El Señor del Altar Mayor - Ahualulco
• El Señor de la Misericordia – Ocotlán
• La Inmaculada – Tequila

EL INFORMADOR/ ALEJANDRA JIMÉNEZ
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