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Fatiga crónica

Un domingo de elección en San Juan de Ocotán

GUADALAJARA, JALISCO (11/JUN/2011).- Domingo 5 de junio. Al medio día, un calor como el que no habrá necesidad de describir porque todos lo estamos sintiendo. Vamos con rumbo a San Juan de Ocotán, una localidad zapopana ubicada al suroeste del municipio. Una comunidad que ha quedado hoy “atrapada” por la mancha urbana entre el Periférico, las vías del tren, la Avenida Aviación y Valle Real. Sí, tremendo contraste: de las calles sin pavimentar, los caminos de tierra y las casas con techos de lámina o asbesto a las fincas de estilo californiano de millones de dólares, los prados verdes y las avenidas pavimentadas con concreto hidráulico no hay más que metros de distancia. Aquí en San Juan de Ocotán el camión pita para espantar a las gallinas que se cruzan la calle. A unos metros de ahí, en Valle Real, ciudad de cotos donde hay cotos adentro de los cotos, una gallina curioseando por las calles sería un espectáculo tan extraño, digno de fotografiarse y comentarse, que difícilmente ocurrirá.

A pesar de las diferencias entre estas dos comunidades, hoy domingo un hecho los ha llevado a tener una coincidencia: ambas se han despertado muy temprano, antes siquiera de que amanezca, debido al sonido de los cohetes que truenan anunciando que no es un domingo cualquiera.

Nosotros llegamos a la plaza principal guiados por los cohetes. Al poner pie en ella, observamos a un grupo de personas arriba del kiosco y a mucha gente más distribuida a lo largo y ancho del espacio: hay por un lado quienes montan sobre un escenario unos pedestales para micrófonos y bocinas; más allá, bajo unos toldos azules otro grupo platica y espera, con cervezas en la mano y con un atado de cohetes al lado. ¿Qué esperan? Más tarde lo sabremos. Hay más gente cerca de la plaza y en las jardineras. Y más allá: saliendo de la iglesia en donde se llevan a cabo una serie de bautizos. Cuando vemos correr a los chiquillos hacia la iglesia no es que los llame la devoción, es que va saliendo el padrino y sí, avienta puños y puños de monedas.

El templo de San Juan de Ocotán está dedicado a San Juan Bautista. Tiene esculpido en su frontispicio un escudo de los reyes de España, se refiere a Carlos III y está fechada en 1779.

Caminamos hacia el kiosco y vemos a Trino y a su comitiva, que son quienes encabezan los festejos de los Tastoanes. Nos dice que la misa ha sido muy temprano y que luego los cohetes y la chirimía avisaron a la comunidad, que la peregrinación a varias casas de quienes participaron el año pasado y participarán ahora en este, fue saliendo de misa y nos dice que en un momento nos iremos al lugar donde se ofrecerá la comida. Llegan los de la Banda Campirana y se ponen a tocar. Los estragos del alcohol son más que evidentes en varios ocotenses: unos bailan, otros parece que se caen. Y es que, nos dicen, empezaron desde muy temprano. Trino, cual excelente anfitrión nos ofrece cerveza que no despreciamos y luego nos invita a seguir a la banda, cuadras y cuadras junto con toda la gente, hasta donde será el comelitón. Se trata de un terreno donde caben unas 30 o 40 mesas que se ocupan enseguida. Las mujeres de Ocotán han preparado 200 kilos de carne en un guisado que hierve en casos como en los que hacen las carnitas. Es una especie de cocido con chile y verduras. Y también han hecho 40 kilos de arroz. Todo está delicioso. Mucha gente carga sus cazuelas y tópers para llevar a casa. Dicen que se vale. De haberlo sabido. Pero se puede repetir, antes de ir a la plaza a atestiguar las votaciones que dirán quiénes hacen qué cosa en la celebración de los Tastoanes. Y es sólo el principio: lo mejor está por venir.
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