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Extravagancia crónica

La opulencia y el despilfarro son elementos muy presentes en El Gran Gatsby, el nuevo trabajo de Leonardo Dicaprio

GUADALAJARA, JALISCO (02/JUN/2013).- En la novela de Francis Scott Fitzgerald El gran Gatsby hay el material necesario para una buena película, pero los cineastas todavía no dan con ella. Hasta ahora van cinco intentos. El de 1926 interpretado por Warren Baxter, hecho cuando todavía vivía el autor, en la misma época que relata el libro, y al mismo tiempo que una exitosa adaptación para el teatro. El segundo, de 1949 con Alan Ladd en el papel del personaje del título. Robert Redford en 1974 invirtió su sonrisa y su fama en otra versión. Luego en el 2000 tocó a Tobey Stephens llenar los mismos zapatos. Y hoy, Leonardo DiCaprio anda por las pantallas del mundo proyectando carisma, elegancia, y apasionamientos, por cortesía del director Baz Luhrmann.

Como la novela, la cinta utiliza de narrador a un testigo implicado: Nick Carraway que lleva el rostro a veces amable, a veces desconcertado, de Tobey Maguire, quien no hace mucho tuviera por costumbre disfrazarse de hombre araña. Sus opiniones entibian y endulzan a seres indignos, y revisten de cierto grado de ilusión los sucesos que se muestran. Extravagancias, despilfarros, fatalismos; irrealidad que refleja la fiebre creativa del personaje al escribir un relato como exorcismo de su experiencia. La tecnología de tercera dimensión realza esos momentos, cada que Carraway teclea en su máquina las palabras no se quedan en el papel sino que flotan alrededor y crean capas de imágenes superpuestas que serpentean de un punto a otro de los acontecimientos. Aprovechando la imaginación de su narrador, el realizador suministra a Gatsby lo que la frivolidad contemporánea considera señales de opulencia, esplendor, diversión y derroche. Es decir, la sensación de amplitud de espacios, de belleza deslumbrante y de vitalidad a toda prueba, que inventaron en tiempos recientes los anuncios publicitarios y los efectos digitales.   

La mansión del protagonista es un palacete donde la desmesura es meritoria del Rey Sol. Gracias al director artístico de la película, hay un salón principal con dimensiones de catedral que, para que quede claro que es el templo del desenfreno, tiene un órgano monumental a las órdenes de un músico improbable, pero bueno para amenizar reventones. En él se organizan recepciones donde corren la champaña y los martini, donde los invitados se menean y alborotan sin cesar con el fin de que el espectador comprenda que se trata de una fiesta escandalosa y muy movida.

La artificialidad y la chabacanería son rasgos del cine de Luhrmann que nuevamente son explotados al punto de lograr el vacío perfecto. El gran Gatsby toca temas interesantes y grandes: el relativismo moral de la conducta, la existencia efímera de la vida humana, la fragilidad del mundo social y del amor. Es una historia con preocupaciones para adultos que el realizador optó por convertir en una caricatura. Una estimulación sensorial de un poco más de dos horas para televidentes adictos a MTV.

El gran Gatsby (The Great Gatsby), EUA, 2013; Director: Baz Luhrmann; Guión: Craig Pearce, Baz Luhrmann; Actuación: Tobey Maguire, Leonardo DiCaprio, Joel Edgerton, Carey Mulligan.
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