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El alter ego de un tecnócrata
Casi único en su especie, Videgaray es una mezcla equilibrada de tecnocracia y habilidad política. Fue nombrado por Peña Nieto como el encargado de la coordinación de transición de Gobierno
El tecnócrata teme a los desequilibrios, sufre con la irracionalidad y no comprende el fanatismo político. Sus conceptos no son pueblo, justicia o soberanía; sino planeación estratégica, incentivos o resultados. Si Max Weber escribió aquella clásica obra titulada El Político y el Científico, donde explicaba las racionalidades contrapuestas detrás de estos dos personajes, también podemos argumentar, siguiendo al sociólogo alemán, que en el México contemporáneo la administración pública se ha visto atravesada por una lucha feroz entre tecnócratas y políticos. Siendo los primeros, sobre todo desde Carlos Salinas de Gortari, los que han ocupado las carteras más importantes del Gobierno Federal.
Luis Videgaray es uno de sus “bichos raros” que reúnen las cualidades de ambos lados. Es un tecnócrata devenido en político. Un personaje que vio en la administración pública su camino natural, pero no a través de un funcionariado de carrera sólido que le permitiera colaborar con distintos partidos políticos, sino por el conducto priista y respaldando las ambiciones de un proyecto político particular. Nacido en la Ciudad de México hace 44 años, Videgaray cuenta con una formación académica de élite en México. Es economista por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y estudió su doctorado en el prestigiado Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Se tituló de doctor con una tesis vinculada al área de estudios que ha marcado su trayectoria: “La respuesta fiscal a las fluctuaciones abruptas en el mercado petrolero”. Así, desde sus estudios, Videgaray fue trazando una ruta de especialización que lo convirtió en un experto en temas fiscales.
Un joven economista al PRI
En paralelo, Videgaray construyó una trayectoria política desde el Partido Revolucionario Institucional (PRI). A la edad de 19 años, el economista ingresó a las filas de las juventudes tricolores. Es parte de una generación de políticos que estudiaron en universidades privadas y que trastocaron el monopolio de producción de cuadros políticos que tuvieron los planteles públicos durante décadas. Ahora la política no estaba reservada únicamente para abogados, economistas o politólogos egresados de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sino que el sector público comenzaba un lento proceso de transformación que abrió la puerta a perfiles tecnocráticos que conjugaban estudios en universidades privadas con posgrados en casas de estudio en el extranjero. El equipo cercano a Felipe Calderón claramente responde a esta tendencia: Ernesto Cordero, Juan Camilio Mouriño, José Antonio Meade o Alejandro Poiré. Y, aludiendo al equipo de transición presentado esta semana por Enrique Peña Nieto en el que Videgaray es coordinador general de Transición Gubernamental, los perfiles tecnocráticos se mantienen intactos, sobre todo en aquellas áreas bajo la supervisión del propio Videgaray.
La trayectoria de Videgaray en el sector público la podemos trazar desde inicios de los noventa. Una de las etapas que marcaron con mayor profundidad su pensamiento económico y fiscal, fue su integración al equipo de asesores del entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe Armella. Aspe, conocido como uno de los ideólogos del régimen de Carlos Salinas de Gortari, es un fiscalista ortodoxo con inclinaciones innegables hacia la apertura y la libertad económica. En este sentido, Videgaray creció con una formación económica neoliberal y con inclinación hacia algunos mecanismos fiscales polémicos como el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en alimentos y medicinas antes que a una tasa más progresiva del Impuesto Sobre la Renta (ISR). Tras su paso de un par de años como asesor de Aspe, también participó como asesor en la Secretaría de Energía, ya en tiempos de la Presidencia de Ernesto Zedillo. La política petrolera es otra de las áreas fuertes de Videgaray. Cuando el PRI pierde el poder, decide incursionar algún tiempo en el sector privado en el despacho de asesoría “Protego Asesores”, propiedad de uno de sus mentores, Pedro Aspe.
Tras ese breve periodo en la consultoría fiscal y económica, Videgaray se convirtió en el hombre de confianza de Peña Nieto para su proyecto gubernamental en el Estado de México. Ocupó desde 2005 la titularidad de la poderosa Secretaría de Finanzas, Planeación y Administración del Estado de México, una cartera con amplias facultades en materia fiscal, presupuestal y de coordinación del gabinete económico. En la práctica, se convirtió en un eficaz articulador de políticas públicas y potencial electoral. Asimismo, ante medios de comunicación y prensa, se erigió como el “legitimador” del proyecto gubernamental de Peña Nieto, aportando datos que sustentaban las políticas públicas del entonces gobernador mexiquense. Su liderazgo ante gobernadores priistas es innegable, atrajo las críticas por las deudas de las administraciones priistas y buscó justificarlas.
Para esos días de 2009, nadie dudaba de que Videgaray se había convertido en el “brazo derecho” de Peña Nieto. Ideólogo, asesor y “alter ego” en un solo hombre. Un complemento necesario para Peño Nieto: suple muchas de las deficiencias formativas del presidente electo. Si Peña Nieto es un sagaz y calculador negociador político; un hombre de imagen y atracción popular, Videgaray es un referente para todas las preguntas de Peña Nieto: desde la factibilidad de un programa económico hasta la pertinencia de un anuncio político.
Promesas
La innegable dependencia de Peña Nieto a la figura de Videgaray no impide que el presidente electo haya buscado espacios para su desarrollo político. Videgaray fue precandidato a la gubernatura del Estado de México, aunque Peña Nieto optó por Eruviel Ávila y tuvo que dejar esa aspiración para otro momento. Los trascendidos de aquellos días indicaban que Peña Nieto le prometió a Videgaray la Secretaría de Hacienda cuando llegara a Los Pinos. Videgaray no sólo creyó en la palabra de Peña Nieto, sino que se involucró de lleno en la campaña de Ávila, al grado de ser su coordinador general. Alternando su posición en el Congreso a la que llegó en 2009 con la renovación de poderes en el Estado de México, Videgaray construyó una sólida bancada peñanietista en San Lázaro. En paralelo con el mexiquense Francisco Rojas, coordinador parlamentario del PRI, los legisladores afines a Peña Nieto (80 en la legislatura 2009-2012), dinamitaron los acuerdos de Manlio Fabio Beltrones y Felipe Calderón, iniciando la contienda interna por la candidatura presidencial entre el senador Beltrones y Peña Nieto. El papel de Videgaray fue clave para que el Estado de México siguiera contando con recursos extraordinarios en términos presupuestales, el monto de las finanzas del Gobierno de Peña Nieto se incrementó ampliamente en el periodo 2009-2011.
En la campaña presidencial, Videgaray ocupó la coordinación general. Su papel fue clave en la plataforma programática del candidato priista, así como en la respuesta a las acusaciones que a diario vertía el Movimiento Progresista en la opinión pública. Se enfrentó acaloradamente con Ricardo Monreal, coordinador de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, y buscó desmontar, con mediano éxito, las exigencias de transparencia en el gasto de campaña que venían de la izquierda. En el periodo poselectoral, Videgaray abanderó, en conjunto con Pedro Joaquín Coldwell (dirigente nacional del PRI), la estrategia de defensa de la victoria priista.
Videgaray se perfila a ser uno de los hombres claves en el siguiente sexenio. Ya sea desde una poderosa oficina general de la Presidencia o desde una cartera con plena interlocución con el gabinete, Videgaray será un factor de decisión en el entorno íntimo de Peña Nieto. Así, este hombre que conjuga la eficiencia del tecnócrata con la pericia del político, tiene en sus manos mucho del éxito o el fracaso del proyecto peñanietista.
TRANSPARENCIA
Transición en proceso
Luis Videgaray aseguró que transparentarán el fideicomiso de 150 millones de pesos, creado en Banjército para el proceso de transición gubernamental, que él coordina.
En entrevista para MVS, hace unos días, detalló que el presidente electo no recibirá sueldo durante los tres meses que dure la transición.
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