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El Salto
Al Este de los cerros zacatecanos: Colorín y La Magueyera
El atrio, comprendido por bardas curveadas en medio punto con verjas conformadas por corazones y volutas, entre cada claro, una almena. Con una puerta al frente y otra lateral, rematada con cornisa y cruz de piedra. La puerta de la capilla en arco de medio punto sobre capiteles dóricos, la clave con una preciosa flor saliente y de buen tamaño, embellecida por hojas y volutas. Las basas del marco también miran al atrio, para recibir una columnilla jónica, enmarcada por un rectángulo con canales. Las crestas de las columnillas incrustadas en capiteles dóricos, que reciben peculiares capiteles corintios, grandes y orgullosos de una expresiva figura masculina de cuerpo completo, incrustada en cada capitel. La izquierda, caminando y con las manos pegados a la cabeza, como agarrando un malacate, la cara con boca chica y nariz pronunciada. La derecha, de pie, con los brazos algo extendidos y las manos sobre las hojas del capitel, el rostro con boca mediana y ligeramente más cachetón que su compañero, maravillosas figuras, que rompen prototipos trillados. Arriba de las figuras, se manifiestan tres capiteles, uno toscano y dos dóricos, animados por hojas entrelazadas y arriba de la clave surge un fantástico nicho enconchado con una bonita virgen. El último capitel forma parte de una cornisa saliente, donde posan la escultura del Señor San José y la de la Virgen María, en medio, una barbicana curveada, a base de volutas, que cobija con gracia al nicho referido.
Arriba de la barbicana, la ventana coral, vertical, con forja y de clave saliente, con hojas que suben con garbo a su cornisa, una gárgola por costado. Por remate, una barbicana curveada, en su cresta yace una cruz patente de piedra, acompañada por almenas en las partes bajas.
Del lado izquierdo sobresale el vistoso campanario, de planta cuadrada y de un solo cuerpo, con un vano arqueado por cara, comprendido por columnas salomónicas, cubierto por cúpula con azulejos y linterna con veleta y cruz. La fachada lateral muestra el muro de piedra reforzado por contrafuertes, entre ellos plantas. Cuando ya nos retirábamos del recinto, se presentó, Astrubal Carrillo y nos ofreció abrirnos la capilla, entramos por un postigo y admiramos el interior, de una nave, con un elaborado retablo de dos cuerpos, rematado en arco de medio punto y dividido por cuatro columnas corintias, el primer cuerpo con la Virgen de Guadalupe y San Cristóbal, en el segundo posa un fraile con un rosario en su mano derecha. En el altar se encuentra la Virgen del Rosario, la santa patrona. A la derecha del altar, vimos el pulpito de madera, con un reloj de caratula redonda, que marcaba las cinco, curioso detalle, que importancia puede tener la hora en el sosegado pueblo, donde la vida y las labores corren pausadamente y con calidad. Del lado opuesto se ubica la puerta de la sacristía, con arco gótico, con clave floreada y una paloma al frente de la cornisa.
Al salir de la capilla fuimos atraídos por unas trojas, de gruesos muros de piedra fortalecidos por contrafuertes. Unas trojas carentes de techumbre y otras con techos arqueados, donde los arcos danzan y reparten las cargas, sirviendo de viviendas. La hacienda perteneció a la familia Zorrilla, dueña también de la hacienda vecina al Sur, La Encarnación.
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