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Ek Balám: impresionante y misterioso
Un bello sitio que esconde ricas, cautivadoras e inquietantes historias del magnífico pasado de México
Si actualmente nos es difícil entender a los contemporáneos con quienes diariamente convivimos, imaginen lo complicado que resulta intentarlo con quienes nos antecedieron con tan solo el recurso de jeroglíficos, ideogramas, vasijas decoradas, entierros y templos en donde ellos nos dejaron grabadas sus historias. En Ek Balám, una inquietante y cautivadora bruma de misterio parece envolver la memoria de Ukit Kan Le`k Tok` a quien fue dedicado el magnífico templo labrado en estuco, cuya entrada a Xibalbá (el inframundo) se encuentra protegido con las enormes fauces abiertas de un jaguar.
Este impresionante sitio —últimamente descubierto— que está unos 30 km. al Norte de la ciudad de Valladolid en Yucatán, es muy digno de visitarse tanto por su belleza como por haber sido uno de los sitios más importantes del mundo maya (se dice que aún más que el mismo Chichén Itzá). Dejemos que el INAH y sus estudiosos nos informen de los atributos de este bello lugar del antiguo reino maya.
Sin embargo, con tan solo caminar por aquella gran ciudad que hace unos milenios florecía en el poderoso Reino Maya, con la imaginación y espíritu a flor de piel, un sentimiento personal de extrañeza nos causó el observar el par de murallas de buen tamaño que protegían a este sitio habitado por un pueblo reconocidamente belicoso, incomprensiblemente contrastaba con los cuatro anchos, bien delineados y pavimentados “sac be” (caminos blancos) por donde todo mundo se comunicaba con toda tranquilidad y libertad, desde las ciudades aledañas. Grandes entradas, algunas de ellas con elegantes pórticos, daban cordialmente la bienvenida al visitante hasta el mismo centro de la ciudad... (?)
Más adelante, un imponente castillo de piedra de forma oval que, además de causar asombro y ser respaldo a ciertas habitaciones —supuestamente para algunos principales— enmarca una enorme explanada con sus elegantes construcciones cuatas, que más delante dignamente sirven para conducir a la gran plaza principal. A renglón seguido, el bien plantado juego de pelota rodeado de edificios ceremoniales, parece estar hablando a voz en cuello del poderío de la ciudad.
La Casa Blanca de Lectura o Sak Xoc Naah allá en el fondo, es una gigantesca construcción (de162 metros de largo, 60 m de ancho y más de 32 m de altura), que cuenta con seis niveles diferentes, de donde se distribuyen cuartos, pasillos, pinturas murales y altorrelieves impresionantes, para rematar en la lujosa sala que lleva al inframundo de Xibalbá; siendo protegida por las enormes fauces de un jaguar labradas en estuco, donde reposan los restos de Ukit Kan Le’k Tok’ el gran señor del reino del Talol.
Al salir del sitio, una excursión al cenote de X’Canché, caminando un par de kilómetros a pié entre las piedras calizas y la calurosa selva yucateca, nos llevaron hasta la bella poza de aguas cristalinas. El cansancio, aunque no nos abrumaba, fue suficiente para aceptar con agrado las ricas “wu’ua yete buul” (tortillas con frijoles) que unas “lindas hermosas” con espléndidas sonrisas nos ofrecieron. Seducidos por aquel encanto y con la barriga ya muy satisfecha, caímos en la tentación de echarnos un coyotito en las hamacas que lánguidamente colgaban bajo la palapa a la orilla del camino.
La felicidad de haber gozado aquel entorno, y los agradecimientos (y las propinas) para quienes nos habían hecho pasar tan deliciosos momentos no se hicieron esperar.
Ek Balám; el cenote de X’Canche; las “wu’ua yete buul”; y una siesta en esas hamacas, no las pueden perder cuando visiten este bello rincón de nuestro México.
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