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Dos mujeres y un Brasil en crisis

La presidenta Dilma Rousseff encabeza las encuestas, pero difícilmente obtendrá más de 50% que evite el balotaje para finales de octubre

GUADALAJARA, JALISCO (05/OCT/2014).- Ultimo debate. Los siete candidatos que buscan la presidencia de Brasil se ven cara  a cara en cadena nacional, con la atención de poco más de 42 millones de brasileños (según los sondeos locales). Dilma Rousseff y Marina Silva, las dos candidatas favoritas, aparecen en el debate con naturalidad. Vestimenta muy parecida, ambas de camisón café claro, por aquello de la imparcialidad de los colores. Aécio Neves, el tercero en disputa —del conservador Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB)—serio, con un traje impecable y un tono firme en sus intervenciones. Al final, “cada loco con su tema”, pero el debate confirmó las tendencias de los últimos 10 días: Rousseff toma ventaja en las encuestas. ¿Se agotó el fenómeno Marina Silva? ¿Qué explica el repunte de la actual presidenta en las encuestas? ¿Podrá el Partido dos Trabalhadores conquistar la Presidencia por cuarta ocasión consecutiva?

O fenômeno Silva


La campaña electoral ha estado marcada por un nombre: Marina Silva. Silva quien llega a la candidatura por el trágico accidente aéreo del que fuera el candidato por el Partido Socialista Brasileño (PSB) a la Presidencia, Eduardo Campos. La muerte de Campos hace poco más de seis semanas (13 de agosto), posibilitó que Silva, quien hasta ese momento era la segunda abordo en el proyecto de Campos, pasará a ser la candidata presidencial. Ya sea por la tragedia o por ese tono fresco y atractivo de Silva, pero en cuestión de semanas, la candidata de los socialistas brasileños había cosechado simpatías por doquier. Según el diario O Globo, para finales de agosto, Silva había logrado remontar 20 puntos de distancia y colocarse en empate técnico con la presidenta Dilma Rousseff.

La muerte del candidato, como sucede habitualmente, generó empatía con el partido y su candidato. Pero la explicación no concluye ahí. El discurso de Silva tiene mucho de aire fresco para la anquilosada y criticada clase política brasileña. Así lo dijo en su intervención en el cuarto debate televisado el domingo anterior: “la mía no es la política de los partidos, no es la política de los sindicatos. Es la política de la sociedad”. Este discurso ciudadano fue un guiño a ese sector de izquierda, incluso liberal, que ve en el PSDB y en el PT a dos maquinarias electorales sin renovación y que responden más a sus intereses de partido que al mandato popular. Recordemos las manifestaciones en Brasil en pleno Mundial de Futbol, protestas que cargaban contra una clase política brasileña en descrédito por escándalos de tanta resonancia como el caso “mensalão”. Este caso, en particular, generó mucha indignación entre los brasileños, ya que reveló el modus operandi de la política en Brasil: el pago de comisiones a parlamentarios por la aprobación de distintas reformas enviadas por Luiz Inácio Lula Da Silva y negociadas por el primer presidente de la democracia en Brasil, José Dirceu. Éste último terminó su trayectoria política y en octubre de 2012 fue condenado por corrupción.

El desencanto de los brasileños con la “política tradicional” fue el oxígeno inicial de Silva y la pendiente inclinada de la presidenta Rousseff. Silva, de pensamiento ecologista, atrajo a jóvenes, sedujo a la incipiente clase media brasileña —que ha aumentado en 30 millones desde que gobierna el PT— y convenció a algunos sectores de la clase alta brasileña con sus promesas de liberalización económica. Así, Silva se convertía en una candidata atractiva con posibilidad de tocar a todos los electorados, desde las clases medias hastiadas de la corrupción hasta los polos sociales que transitan sus peticiones desde las políticas gubernamentales hasta el cese del intervencionismo estatal que ha caracterizado al PT, más con Rousseff que con Lula.

La política social, en el centro de los comicios


Ahí es donde se quedó sin tanque de oxígeno Silva. Los derechos sociales y los programas de justicia económica son las estrellitas de los 12 años del PT en el poder. El ansia de diferenciarse llevó a la ambientalista a descuidar el discurso sobre el mantenimiento de las conquistas sociales. Por el contrario Marina Silva adoptó una narrativa interpretada como incompatible con el desarrollo de las regiones. Por ejemplo, se mostró partidaria de trazar un acuerdo comercial de amplia envergadura con los Estados Unidos, algo similar a un Tratado de Libre Comercio. En el último debate, Dilma se lanzó al ataque como indicativo de la consolidación de su ventaja en las encuestas y logró poner a Silva en un “laberinto sin salida” en el cual la candidata socialista va perdiendo aire entre las clases populares y las clases medias que se beneficiaron de los programas que comenzaron desde el mandato del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso. Bolsa Familia, Hambre Cero, las políticas educativas, la ayuda al campo, son ejes de políticas públicas que le han permitido al PT no sólo cosechar adeptos, sino construir un entramado colectivo de votantes afines en todos los estados.

Asimismo, desde el plano político, Rousseff y la cúpula del PT han sido capaces de construir una serie de alianzas regionales muy sólidas. El sistema hiper-multipartidista brasileño que actualmente aglutina a más de 30 fuerzas políticas con registro nacional —en México sólo hay 10— obliga a formar acuerdos regionales y parlamentarios que le den gobernabilidad al presidente o a algún candidato. En esa tarea, el PT se manda sólo, por lo que tiene un acceso privilegiado a los medios de comunicación. Desde esa trinchera, Rousseff no se ha cansado de repetir que Silva es un peligro para las conquistas sociales de los brasileños de los últimos 12 años. La estrategia rindió sus frutos: de la primera semana de septiembre cuando Silva alcanzó su techo electoral al día de hoy, la candidata ha perdido entre 9 y 12 puntos electorales. Prácticamente todos esos votantes tomaron sus maletas y se fueron —o se regresaron— al PT, muy pocos optaron por el tercero en discordia: Neves. Eran votantes de izquierda, recordemos que Silva fue una comprometida militante del PT por un lustro, en donde fue ministra de Medio Ambiente de 2003 a 2008. Abandonó en 2009 el PT para competir por la Presidencia en 2010 contra Rousseff. Es el segundo cara a cara de las dos, aunque en las generales de 2010, Marina obtuvo sólo 19% de las preferencias y no alcanzó a meterse a la segunda vuelta electoral.

La economía, las malas cuentas de Dilma


El “talón de Aquiles” de Dilma es uno claro y sencillo: la economía. El bolsillo, en prácticamente todos los procesos electorales, es el punto que marca la agenda. La economía del gigante sudamericano atraviesa su peor momento desde finales de los noventas. Incluso, según los datos de finales de agosto, Brasil ya se encuentra en lo que podemos llamar “una recesión técnica”; es decir, dos periodos consecutivos de decrecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). El manual para entender el ABC de las elecciones nos diría que un presidente que llega a la elección en pleno momento recesivo, difícilmente podría refrendar el mandato para él o ella, o para el partido que representa. Sin embargo, los programas sociales son un “amortiguador” muy eficaz en las clases populares y en las endebles clases medias, el elector tipo del PT. Las clase altas de las grandes ciudades de Brasil, muy críticas con la política económica presidencial, históricamente han optado por apoyar al PSDB, que hoy en día marcha en tercera posición.
 
Y un tercer tema que ha comenzado a hacer ruido en Brasil, es el grave problema por el aborto clandestino. Los datos son verdaderamente preocupantes: entre 685 y 853 mil mujeres, según la fuente, se sometieron a un aborto clandestino en Brasil. Aún más: la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que una mujer muere en Brasil cada dos días por practicarse algún aborto clandestino. Esta realidad no ha sido suficiente para que los candidatos se posicionen con rotundidad. Neves y Rousseff defienden la actual ley: una legislación de supuestos que permite abortar sólo en casos extremos. Por su parte, la más conservadora en esta materia —paradójicamente— es Marina Silva que declaró que es un asunto que divide y que prefiere no proponer nada hasta que exista un semi-consenso en la materia. Otro posicionamiento que la aleja del votante de izquierda, aunque lo acerca al voto más religioso, muy importante en Brasil.

Pocos presidentes pueden decir que han alcanzado la reelección en medio de una recesión. En similares condiciones cayeron Nicolás Sarkozy, José Luis Rodríguez Zapatero —aunque al final cedió su lugar a Pérez Rubalcaba— y otros que llegaron a la cita con las urnas tras dos trimestres de decrecimiento económico. Difícilmente habrá hoy presidente electo en Brasil, ya que cosechar 50% de los votos no parece al alcance de nadie, ni siquiera de Rousseff que encabeza las encuestas entre 10 y 15 puntos. Si se concreta lo que anuncian las encuestas, la segunda vuelta será un enfrentamiento inédito en la historia democrática de Brasil: entre dos mujeres, las dos se califican de izquierda y las dos se definen como discípulas de Lula Da Silva. Más allá de los indicadores, lo que queda claro es que Lula ganará las elecciones en Brasil por quinta ocasión consecutiva.
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