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Dormir en pesadilla
El cuerpo necesita ocho horas de descanso placentero para funcionar bien durante el día, pero no siempre es fácil lograrlo
Hay que levantarse a las seis de la mañana. Miguel Ángel siente frío, luego calor. La cobija lo entretiene en un vaivén mientras espera dormir. Todo es inútil. Se levanta, toma agua, echa un vistazo por la ventana y vuelve a la cama. Han pasado 15 minutos. La desesperación por dormirse incrementa.
Tiene insomnio y dolor de cabeza. Miguel está cansado. La escuela por la mañana y las tareas por la tarde le han fastidiado el ánimo. Piensa en los exámenes venideros. Su mente aún digiere lo trascurrido en el día y lo que pueda pasar posteriormente. Inhala profundo. Se ha concentrado para dormir. Sus oídos agudizan cualquier ruido y se distrae entre el correr del viento y el crujir del colchón y la almohada.
A sus 17 años de edad, Miguel Ángel es afectado por uno de los más de 80 tipos de trastornos del dormir –incorrectamente llamado del sueño–, explica José Gutiérrez Rodríguez, jefe del departamento de Clínicas de Salud Mental de la Universidad de Guadalajara.
El especialista aclara que el sueño corresponde a las representaciones visuales que se tienen al momento de dormir, por lo que el término “dormir” concierne exclusivamente al periodo de reposo, inacción o suspensión de los sentidos y de todo movimiento voluntario, según también estipula la Real Academia Española (RAE).
Aunque no siempre se sueña al momento de dormir, Gutiérrez Rodríguez señala que un sueño estresante –como la pesadilla– es uno de los conflictos más frecuentes para conciliar un dormir perfecto y reparador.
Dormir es fundamental para el cuerpo. Pero la cultura por respetar y garantizar las horas recomendadas de “sueño” es sumamente pobre, dice el investigador universitario. Los horarios irregulares de trabajo, actividades académicas, hogareñas y hasta de esparcimiento, son los primeros en desorganizar y alterar el tiempo destinado para descansar mente y cuerpo.
Dormir es una necesidad fisiológica, tan importante como el comer, proteger y ejercitar al organismo por completo. El tiempo promedio y recomendado para dormir es de ocho horas al día de manera consecutiva.
Desvelos sin razón
Miguel Ángel no tiene mayor preocupación en la vida que la escuela. Su mente está acostumbrada a dormir después de la una de la mañana. Antes, es imposible. Tan constantes son sus desveladas que el cuerpo se inquieta si se pretende descansar temprano, aunque ya no tenga más actividades por hacer. Con regularidad, solía esperar a la madrugada entre videojuegos y navegación en internet, hasta que su mente –como reloj– indicara que ya podía desconectarse del mundo por completo.
Gutiérrez Rodríguez señala que los hábitos distractores mecanizan inconscientemente al cuerpo, por lo que el dormir –lejos de ser una función placentera– se convierte en una pesadilla cuando no se puede lograr el descanso y los problemas siguen presentes mentalmente.
“Cuando hay situaciones de mucha ansiedad, el proceso de dormir puede convertirse en un martirio. Es una actividad que desafortunadamente, por el momento histórico que vivimos, provoca que las personas duerman menos de lo que se debe, muchas veces con mala calidad”.
El tiempo para dormir varía dependiendo de la edad y la presencia de algunas enfermedades como la diabetes, afecciones estomacales y depresión. En el panorama general, un bebé requiere de 18 horas de descanso; de la infancia hasta la pre adolescencia, son 10 horas; de la juventud a la adultez mayor, de siete a nueve horas.
Entre las circunstancias que restan horas al dormir, destacan los tiempos de traslado de casa al trabajo o escuela, y viceversa, así como el periodo destinado a cenar, higiene personal y organización de actividades para el día siguiente.
Despertares nocturnos
José Gutiérrez Rodríguez advierte que para poder dormir adecuadamente y como el organismo lo requiere, se necesitan dos puntos indispensables: tiempo completo y calidad en el entorno.
El tiempo completo refiere a las horas necesarias dependiendo de la situación del individuo: en promedio ocho horas consecutivas. La calidad del entorno se integra de las circunstancias en las que se desea dormir.
Para estimar qué tan bien se duerme cotidianamente, hay que recapitular cuántas veces se despierta de manera conscientemente por la noche. Aquí entran los despertares naturales o provocados. Sin excepción, todos nos despertamos por las noches, la mayoría de las veces de forma fugaz sin darnos cuenta, entre cuatro y nueve segundos. Esto, ya sea para cambiar de postura, cobijarnos, o hasta espantar al mosquito que ronda por ahí.
Gutiérrez Rodríguez añade que muchos de los despertares naturales, son incluso, para verificar que el entorno esté seguro, pero al ser tan corto, no interrumpe el proceso de dormir.
En brazos de Morfeo
El problema crítico del dormir inicia cuando el despertar se hace consciente e interrumpe por completo las cuatro estadías que conducen al llamado “sueño profundo”.
Si se duerme aproximadamente ocho horas, la persona puede ingresar a cuatro o cinco fases del proceso de dormir, de las cuales, cada estación –por así decirlo– tiene cuatro etapas distintas: Etapa 1: es un dormir muy superficial que dura entre tres a cinco minutos. Los ojos empiezan a cerrarse, se busca la postura más adecuada, la relajación inicia en un estado medio consiente, pero sin desconectarse del medio ambiente; Etapa 2: es un dormir que dura entre 10 y 20 minutos. Hay mayor relajación y pérdida de consciencia. Los ciclos vitales del cuerpo descienden, así como la frecuencia cardiaca, la respiración y presión arterial.
La Etapa 3-4: es un dormir más profundo, que dura entre 40 minutos. Aquí, te pueden mover y gritar levemente, y no vas a despertar instantáneamente, pero el organismo sigue trabajando; y Etapa MOR (Movimientos Oculares Rápidos): es el periodo en el que se puede producir un sueño, en un lapso de 20 a 30 minutos, que debido a un estado de semi inconsciencia, los problemas del día pueden reflejarse a través del mecanismo visual.
El académico advierte que al completar satisfactoriamente las fases del dormir, el organismo ha descansado en su mayoría, por lo que el despertar será necesario y de manera casi automática; aunque volver a “conciliar el sueño”, será muy difícil.
Sin distracciones
Para evitar despertares provocados, hay que controlar variables como el medio ambiente, el ruido, la luz, ventilación y humedad de la habitación:
La temperatura ideal para dormir es de 18 grados centígrados; si hay demasiado frío o calor, el cuerpo lo adopta como una circunstancia estresante; es indispensable tener un colchón en buen estado, así como una almohada –alta o baja– adaptada a la morfología (cuello, hombro, espalda); además, se requiere tranquilidad, procurar que no existan ruidos llamativos. Puede optarse por música instrumental o silencio total para comenzar a dormir.
TOMA NOTA
“Sueño” reparador
Cuando hay oportunidad, puede tomarse una siesta. Lo deseable es hacerlo a medio día o por la tarde en un lapso de 15 minutos a 40 minutos, si se pasa podría ingresar a las etapas más profundas del dormir y éstas quedarían inconclusas, lo que podría provocarle (al despertar) dolor de cabeza y muscular, cansancio y de mal humor.
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