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Diego Fonseca: el periodista buzo

El periodista y editor habla de los nuevos cronistas, de los golpes que ha recibido América Latina en los últimos 40 años y de su trabajo en la revista Etiqueta Negra

GUADALAJARA, JALISCO (19/ENE/2014).- Al  ver a su hijo aventar los CDs desde un mueble hacia el piso en su casa de Washington, donde vive, tuvo un flashback y recordó que cuando era pequeño rayaba con sus zapatos ortopédicos los acetatos de jazz de su padre, también periodista. Hizo números en el aire sobre la fecha del recuerdo y cayó en la cuenta de que se cumplirían dentro de poco los 40 años del golpe de Estado de Pinochet en Chile y de la historia tan zarandeada de América Latina. Así Fonseca crea un libro en su cabeza, lo arma a partir de un recuerdo, de una ilación de hechos y de la conciencia de saber que ha vivido en una época privilegiada, si bien no por lo ocurrido, pero sí por ser testigo de ello para contarlo ahora.

El periodista, escritor de ficción y editor asociado de la revista peruana de crónicas Etiqueta Negra es un argentino que se ha dado una vuelta por varios países, como México, en donde vivió durante seis años, y por Estados Unidos donde reside desde 2009.

Con 43 años de edad puede jactarse de haber sido militante en el centro de estudiantes de la Universidad de Córdoba, Argentina, donde estudió comunicación social, de haber sido baterista en una banda de rock, la cual abandonó porque dice que tuvo que empezar a trabajar, y de haber publicado novelas, libros de ficción y crónicas periodísticas, todo con la constante paralela del periodismo
económico, compañero fiel que desde que lo conoció no lo ha soltado.

Acaba de imprimir la novela La vigilia (2013) y quiere empezar a editar cuentos para niños. Su anterior libro, Sam no es mi tío: Veinticuatro crónicas migrantes y un sueño americano (Alfaguara, 2012), reúne las historias de cronistas hispanos que se fueron al norte por el mismo sueño que los anónimos. Allí también escribió su historia acerca de cómo migró a Estados Unidos para dirigir la revista Latin Trade, que a los 20 días de su llegada le avisó que la publicación tuvo serios problemas con la baja de acciones estadounidenses en 2009 y que no se presentara a trabajar. El aviso cayó en medio de su luna de miel.

Dice que le gusta tanto editar como escribir, aunque escribe mucho más de lo que publica y el trabajo de editor se ha convertido en una constante. El cordobés elige y se toma su tiempo para publicar, no lo hace en cualquier medio y, así como cuida su imagen personal externa con una barba siempre bien cortada, cuida también esas 12 letras que firman sus escritos.

Expresa la idea de los dos tipos de periodistas que existen: “el cronista es un buzo de profundidad. La realidad es un río y el periodista de periódico tiene que montarse en su bote y remar, mantener una velocidad para que sea igual a la del ritmo del agua, de lo contrario el agua se da vuelta, la realidad lo pasa por encima”.

“Los cronistas no tenemos que hacer eso, porque nos dedicamos a escribir largo. Nosotros nos ponemos en el borde del río y elegimos en qué lugar nos vamos a zambullir. Es un recorte de la realidad. Vas hacia el fondo, como un buzo de profundidad, te mueves lento. Y en el fondo del río está oscuro y no sabes qué te vas a encontrar, tienes que andar lento, tanteando, usando todos los sentidos posibles para encontrar las cosas. A veces te encuentras cosas que estabas esperando y otras no”.

Como editor asociado de Etiqueta Negra no puedo evitar preguntarle cómo es trabajar con Julio Villanueva Chang, a lo que Fonseca responde, como tratándose de dos actrices de Hollywood, que son muy amigos y que lo quiere mucho. Agrega: “nos hemos peleado varias veces pero nunca al límite de no volver a trabajar juntos. Lo quiero mucho, es casi un hermano”.

Continúa con la metáfora del buzo y comenta: “Julio es un buzo que viene por el otro lado nadando y, como por lo general el buzo a profundidad trabaja solo, Julio te muestra otra cosa que vos no habías visto, y con él siempre trabajamos eso”.

“Nuestro método de trabajo es el chat, así entablamos los textos y vamos afinando detalles hasta que encontramos un punto en el que los dos buzos de profundidad se encuentran y hallan un tesoro hundido. Nos hemos visto unas cinco o seis veces en nuestra vida. Es vivir en la Edad Media: Te estás carteando a menudo y te ves cada 20 años. La Edad Media de la interconexión”.

Inmerso en el mundo de los nuevos cronistas, y como editor de una de las revistas más importantes de habla hispana sobre el tema, Fonseca fue invitado a la pasada FIL Guadalajara, en donde participó en una mesa sobre crónica. Allí observó que los chicos “en general están un poco huérfanos respecto a qué hacer. Ven que se está construyendo un mundo alrededor de la crónica y ellos no saben cómo entrar. Cuando uno empieza una carrera no tiene muy claro cómo es el mapa de caminos que tiene que transitar, eso se va aclarando con el tiempo”.

(...) Los veo más interesados por encontrar dónde publicar que por pulir la técnica, que es normal también. Es tal el deseo de escribir que creen que tienen un buen material y lo quieren ofrecer de inmediato, cuando en realidad a veces lo que necesitan es, primero, pasar un buen tiempo de re-aprendizaje, porque lo que uno escribe en ocasiones no va con lo que los medios trabajan”.

Fonseca escribe, edita lo propio y lo ajeno, recopila, se rodea de los mejores cronistas de Latinoamérica y junto con ellos, o solo, se zambulle constantemente en la profundidad que él decide contar.

Crecer a golpes

Del libro del que asegura estar enamorado, y no sólo conforme, comenta que la idea fue hacer una publicación en la que cada autor encontrase un eje, suceso o sensación que hubiera corrido a lo largo de 40 años por su país. “Yo después me encargué de terminar de bordar cada una de esas historias, construyendo las introducciones que acabaron en esos textos con entrevistas. Como soy el editor, tengo la mirada general y es como construir una pared: ellos van poniendo los ladrillos y yo voy poniendo el cemento que une cada uno de esos ladrillos. Mi ventaja, como yo también escribo, es la de poder rellenar esos huecos entre los ladrillos para construir la historia”.

El libro tomó siete meses en escribirse pero más tiempo en buscar editorial y, aunque Fonseca acepta que no hay presencia femenina en el libro ya que ninguna de las que convocó podía en ese momento, el editor de Etiqueta Negra conformó un modesto equipo con Jon Lee Anderson, Martín Caparrós, Álvaro Enrigue, Carlos Dada y Francisco Goldman, entre otros.

“La pared final es una pared que intenta explicarnos qué es lo que pasó en estos 40 años con América Latina, Estados Unidos y España. Qué deudas son las que nunca resolvimos, qué cosas son las que conseguimos y, si uno mira en el conjunto del libro, ve que hay una desazón, pero es por las cosas no conseguidas”.

Ante el cuestionamiento de la existencia de una cuota de pesimismo en el libro dice que es un libro realista a la hora de mirar qué pasó en América Latina. “Hemos vivido estos 40 años que fueron como la adolescencia, hemos tratado de hacernos grandes, y ahora nos toca la madurez. Cuando aquella nación, España, entra en crisis y aquella que fue dominante en términos políticos en el último siglo, Estados Unidos, también entra en crisis, es el momento de hacernos maduros, porque ya no hay papá ni mamá: ni papá político ni la madre patria”.

En la introducción el editor plantea que somos el hámster en la rueda de la historia, que la rueda nos precede y nos sucede y que los cambios culturales también. “La historia nos va a pasar por encima, pero creo que podemos dejar pequeñas marcas, ejercicios individuales y colectivos. Yo no miro de una manera pesimista, no creo que haya una moraleja completamente escrita, creo que se está escribiendo”.

El amor por la economía

El autor tiene casi listo un libro que lo ata a su primer amor: la economía.

Para algunos el tema “el impacto en el desarrollo” es poco atractivo a primera lectura, pero si se sabe que Diego Fonseca publicará un libro de historias de vida de periodismo económico, con 15 crónicas de autores como Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramos, Julio Villanueva Chang, Wilbert Torre y Marcela Turati, entre otros, el asunto puede cambiar.

El libro que saldrá en marzo fue encargo de la Corporación Interamericana de Inversiones (CII) y habla de economía sin nombrarla. “Nos propusimos contar historias sobre el impacto que tiene una intervención o un financiamiento por parte de un banco multilateral de desarrollo en una persona, familia, empresa o comunidad. Historias de vida. Contamos historias de modo de poder narrar”.

El título, aunque aún sin confirmar, sería Una piedra cae en el agua, por la idea de que cuando esto sucede va creando ondas expansivas, “eso para mí es la idea del desarrollo”, asegura Fonseca. Comenta que, al final, el desarrollo es la historia de la vida, que no es lineal y que nunca va para adelante, “tiene meandros, marchas y contramarchas, contradicciones y conflictos. Hay miseria y grandes cosas de las personas”.
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