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Diario de un espectador

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GUADALAJARA, JALISCO (07/MAY/2011).- Atmosféricas. El tres de mayo, día venturoso, trajo una magnífica tormenta que en algo ayudó a mitigar los calores que agobian a la noble y leal. Escobas afanosas barren las azoteas en previsión de las esperadas repeticiones del número. Los cuartetos de cuerdas de Heitor Villa-Lobos suenan una y otra vez mientras el termómetro sigue su ascenso. En el jardín de la escuela de arquitectura un pájaro rojísimo visitó, toda la tarde, al personal. Algo decía con su vuelo instantáneo y fulgurante, mientras cambiaba de rama y proseguía sus puntuales observaciones sobre los nuevos árboles que progresan. Uno hay cuyas ramas explotaron en un renuevo entusiasta de hojas enhiestas y tan verdes que pareciera que fosforecen. Llega casi lo noche, y el pájaro muy rojo sigue su ignota rutina; cuando decide irse queda en el aire como una quemada, como el roce ígneo de un aerolito de plumas y gozo.
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Tipontate. Un tanque rojo, de cemento muy bien pulido. Nadie se baña nunca en las mismas aguas. Pero sí en ese mismo estanque, bajo la entresombra protectora de la gran ceiba de pie sobre su esplendor benevolente. Del mismo pozo pródigo sigue viniendo el agua, y a la misma laguna, varias veces regresada de sus premuras, vuelve. Otros niños hacen parecidos juegos y la mañana promedia. El jardín se despereza y alguna ardilla furtiva cruza la huerta al galope. Dones sin límites: recibir la durable, afable sabiduría de quienes supieron plantar estos árboles, disponer estas piedras.
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Dos citas de Luis Barragán: una: “¿Por qué la arquitectura debería ser sólo utilitaria? ¿Por qué no sólo para el placer?... Sólo los primitivos, o la gente muy culta, se preocupan por la belleza. Las masas, con sus mentes de clase media, no quieren la belleza; quieren la comodidad, la seguridad, el orden, lo familiar”. Otra: “La ociosidad es el arte de pasar el tiempo y el espacio bella y trascendentalmente”. (Y viene a cuento, otra cita, la que un azulejo representando una hamaca entre dos palmeras reproducía en una vieja casa de campo: “La ociosidad es la madre de una vida padre”).

Las anteriores citas de Barragán están reproducidas en un suplemento cultural (hecho para El Excelsior) y generado por un aguerrido grupo de jóvenes capitalinos. Se llama Tomo, y tiene un subtítulo: Arte, arquitectura y diseño. Su versión electrónica se puede consultar en tomo.com.mx. Vale la pena asomarse, el sitio está lleno de cosas interesantes.
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Bertrand Russell, hacia 1930, escribió un libro que se llama La conquista de la felicidad. Pese a su alarmante título, no es para felizólogos. Ayuda a esto la estoica visión del pensador inglés, su elegante y rigurosa actitud intelectual y su humor punzante. El tomo es regalo del buen Martín Casillas;  van aquí algunos pasajes notables: “Las conversaciones y los libros de algunos de mis amigos casi me han hecho llegar a la conclusión de que la felicidad en el mundo moderno es ya imposible. Sin embargo, he comprobado que esa opinión tiende a desintegrarse ante la introspección, los viajes al extranjero y las conversaciones con mi jardinero”. Hablando sobre la infelicidad de los artistas: “Cuando el público no entiende un cuadro o un poema, llega a la conclusión de que es un mal cuadro o un mal poema. Cuando no es capaz de entender la teoría de la relatividad, llega a la conclusión (acertada) de que no ha estudiado suficiente. La consecuencia es que Einstein es venerado mientras los mejores pintores se mueren de hambre en sus buhardillas, y Einstein es feliz mientras los pintores son desgraciados”. Acerca de los jóvenes: “El cinismo que tan frecuentemente observamos en los jóvenes occidentales con estudios superiores es el resultado de la combinación de la comodidad con la impotencia. La impotencia lo hace a uno sentir que no vale la pena hacer nada, y la comodidad hace soportable el dolor que causa esa sensación”. Hablando del coleccionismo como un remedio contra ciertos males, el tercer conde de Russell arriesga un espléndido apunte personal: “Yo, por ejemplo, colecciono ríos: me produce placer haber bajado por el Volga y subido por el Yangtsé, y lamento mucho no haber visto aún el Amazonas o el Orinoco. Por simples que sean estas emociones no me avergüenzo de ellas”.

Y luego dice: “La felicidad básica depende sobre todo de lo que podríamos llamar un interés amistoso por las personas y las cosas”. “El interés amistoso por las personas es una modalidad del afecto, pero no del tipo posesivo, que siempre busca una respuesta empática”. “El que te gusten muchas personas de manera espontánea y sin esfuerzo es, posiblemente, la mayor de todas las fuentes de felicidad personal”. “El interés por cosas impersonales, aunque pueda tener menos valor como ingrediente de la felicidad cotidiana que la actitud amistosa hacia el prójimo, es, no obstante, muy importante”. “La persona capaz de olvidar sus preocupaciones gracias a un interés genuino, pongamos por ejemplo, el Concilio de Trento o el ciclo vital de las estrellas, descubrirá que al regresar de su excursión al mundo impersonal ha adquirido un aplomo y una calma que le permiten afrontar sus problemas de la mejor manera, y mientras tanto habrá experimentado una felicidad auténtica, aunque pasajera”. Y concluye: “El secreto de la felicidad es este: que tus intereses sean los más amplios posibles y que tus reacciones a las cosas y personas que te interesan sean, en la medida de lo posible, amistosas y no hostiles”.
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Los compañeros de generación componen entre todos un retrato improbable y múltiple de cada uno. La suma de caminos andados, cosas dichas y hechas, extravíos y fracasos, triunfos, gozos y sombras, personales manías, gustos, trazas. Bajo estas miradas, con esta compañía, se ha sido lo que se ha sido. De allí, inexorablemente, queda algo que son todos, que es cada uno, pero que es, a la vez, mucho más. Algo sobre cuyo ánimo quedan unas palabras hace tiempo abolidas, pero nunca borradas: viriliter age. Pasan las horas, un olor distante anuncia la tormenta, llega la lluvia. El jardín vecino tiene ahora un habitante menos: su dueño ha muerto. El Cuarteto Latinoamericano insiste, la música incombustible de Villa-Lobos va completando, de alguna manera, el tres de mayo y sus despedidas.
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