Suplementos

Desde las costas peruanas

La historia de Thor Heyerdahl, quien a bordo del Kon Tiki, buscó demostrar que no hay imposibles al momento de viajar

GUADALAJARA, JALISCO (19/ABR/2015).-Ahora que tuvimos la suerte de caminar por esos rumbos… al pasar por el puerto de El Callao, muy cercano a la ciudad de Lima, vino a la memoria la imagen de aquel noruego, científico y aventurero, que para demostrar su tesis de que las lejanas islas de la Polinesia habían sido colonizadas desde América y no desde Asia… se dedicó a construir una rudimentaria balsa (de “madera balsa”: Ochroma pyramidalis) siguiendo los datos de los Incas de América (de donde partiría), y las imágenes casi perdidas de los Polinesios de las islas cercanas al continente asiático (a donde pensaba llegar). 

En 1947 —terminando la Segunda Guerra Mundial— este valeroso joven, tratando de demostrar en carne propia que su controvertida teoría de que las colonizaciones y conquistas en la historia de la humanidad siempre habían venido de donde sale el Sol —y en ningún caso del poniente— se lanzó en compañía de  cinco valerosos compañeros a cruzar el Océano Pacífico en una frágil balsa, sin más ayuda que los vientos alisios, la Corriente de Humboldt y una rudimentaria vela. (Recordemos que la Tierra al girar hacia el Oriente, produce un movimiento de vientos y mareas —efecto Coriolis— en sentido contrario a su rotación).
Kon Tiki se llamaba la balsa; y Thor Heyerdahl su valiente y férreo capitán.

Habiendo recorrido más de 7 mil kilómetros… 101 días después… corriendo grandes riesgos encallaron en el atolón Raroia de la Polinesia, con la balsa completamente destruida pero sin mayores consecuencias.
Aunque la dichosa teoría no fue muy bien aceptada por la comunidad científica, la hazaña de haber cruzado el océano como náufragos voluntarios, marcó un hito en la historia de la navegación y las aventuras (les recomiendo ver algunas películas sobre la Kon Tiki).

Pero… pese a todo esto… las inquietudes que  seguían bullendo en la cabeza de Heyerdahl, lo llevaron hasta el enorme y altísimo lago Titicaca en Perú y Bolivia (3 mil 800 metros), donde quedó fascinado al ver que los Uros y los Aimaras campantemente navegaban en unas extrañas embarcaciones hechas de atados de Totora (Scirphus typha); unas larguiruchas plantas acuáticas —parecidas a nuestros tules (Scirphus lacustris)— que abundaban en el lago. Su capacidad de flotación y resistencia le causaron azoro.

Su sorpresa fue mayor cuando, viajando por África encontró que en el lago Tana en las montañas de Etiopía —donde nace el Nilo Azul, principal afluente del Río Nilo— los nativos también navegaban en pequeñas embarcaciones —en este caso  hechas de papiro (Cyperus papyrus)— casi idénticas a las que había encontrado en aquel lejano lago de América. ¿Cuál era la conexión? ¿Qué contacto pudieron haber tenido ambas civilizaciones?

—Lo demostraré— aseveró Heyerdahl de inmediato. Procediendo a construir una embarcación del mismo material, con la misma forma y técnica constructiva que las que había visto en ambos mundos. La embarcación fue llamada “Ra” en honor al Dios del Sol de los egipcios.

Santiago Genovés, ilustre científico mexicano y español, participó en este proyecto que duró tan solo una semana flotando en el Atlántico; siendo rescatados milagrosamente por una embarcación deportiva que por ahí pasaba.

Nada tardó en estar haciéndose a la mar la “Ra II”, una vez corregidas las fallas de la primera. La ciudad de Safi en Marruecos fue el punto de partida hasta donde se acarrearon: tules del lago Tana en Etiopía: constructores nativos desde el Titicaca; y una valiente tripulación heterogénea de todo el mundo (incluyendo desde luego a Santiago Genovés).

En este caso, para poder navegar de África hasta América, se aprovecharían las corrientes y los vientos alisios del hemisferio norte que —al contrario de las anteriores— giran como las manecillas de un reloj.

Colón mismo aprovechó estas corrientes en sus famosos viajes de dizque “descubrimiento”; al igual que nuestro reciente héroe mexicano Abraham Levy; que acaba de hacer este mismo recorrido, remando en solitario en su pequeñísima embarcación bautizada como “Cascarita”.

El éxito, tanto científico como aventurero de la Ra II, fue indiscutible, al desembarcar exitosamente en la Isla de Barbados ya en América; mostrando así que los océanos no son separaciones, sino caminos libres, y vías de unión entre continentes, naciones, razas y filosofías.   
Síguenos en

Temas

Sigue navegando