Suplementos

Cuale... allá arriba en la montaña

Entre cerros y gente amable, las historias se cuentan por montones en este poblado que parece estar detenido en el tiempo

GUADALAJARA, JALISCO (11/AGO/2013).- El bonito pueblo de Cuale, antiguo y lleno de historia. Trepado entre el mar de montañas de la Sierra Madre, ahí sobre Puerto Vallarta; en donde amistosamente se discuten pinos, robles y platanares en interesantes micro climas que súbitamente se  aparecen en cada rincón de la serranía, es un verdadero hito en los viajes de aventura.

Si dicen que Cuale significa “Un lugar cerca del Cielo”, su nombre le viene como anillo al dedo por estar tan alto y tan metido entre los cerros. Cumbre Blanca, en donde nace el río, está a dos mil metros de altura.

La carreterita que sube por  la montaña arranca desde la tímida desviación bajo el puente del libramiento de Puerto Vallarta en donde, después de cruzar el río, comienza el sinuoso camino que curva tras curva va hasta el viejo pueblo minero de montaña.

A los 20 kilómetros está la anodina ranchería San Pedro, punto de referencia para los caminantes de la sierra y lugar de descanso para los peregrinos que a pie se dirigen de Puerto Vallarta a Talpa.

Un poco adelante, a mitad del camino, están Los Lobos, en donde hay que hacer un alto para disfrutar del sobrecogedor panorama de las montañas que parecen no tener fin.

Quince kilómetros más, entre curvas muy angostas y con el temor de encontrar una troca veloz en sentido contrario, finalmente aparece, brillante y cobijada entre cerros, la cúpula de la iglesia de Cuale. Los techos de teja del caserío, húmedos por la lluvia y pacientes por dejar pasar los años, en silencio parecen dar la bienvenida a quien va llegando abrumado por el trajín del caminar.

Aquí no hay nada: hubo.

Ahora no hay más que paz, cerros y gente amable: historias también… por montones.

Estacionándome en las afueras para no molestar a nadie, dejé que el pueblo mismo me contara sus cuitas.

Las casas solas. Nadie en las calles. Tres chiquillos me miraron con asombro bromeando sobre mi extraña presencia. Me enamoré del pueblo.

Calle abajo me encontré con don Raúl Mantecón que solitario caminaba paso a paso con rumbo a ningún lado… ¡Ahí fue donde empezaron las historias! Pudiéramos pasar 20 capítulos relatando todas las leyendas que me contó. Su plática, ciertamente, valió mucho más que una misa.

“Cuale fue un pueblo minero muy importante en el siglo XIX”, me decía. “Aquí fue instalado el primer teléfono de la región; mucho antes que en Guadalajara; y Las Peñas (hoy Puerto Vallarta) no tenía más importancia que ser el puerto de recepción de materiales para surtir las minas que por los años de 1850 tuvieron la gran bonanza de la plata, el plomo y el cobre”, aclaraba entusiasmado.

“En 1940 la fiebre del oro atrajo a cientos de gambusinos que les decían los ‘chorrilleros’, quienes buscaban pepitas de oro que se dice que rodaban por los arroyos. Cuentan que algunos lograban hasta 20 y 30 gramos por día”, me platicaba el hombre saboreándose las verdades de su historia.

Además, la suerte me premió con haber conocido al último “chorrillero” viviente: don Pedro Carrillo, quien a sus más de 86 años, además de regalarme un par de cuarzos… y unas mil 500 leyendas —tan valiosas o más que los mismos cristales—, hicieron que este fuera viaje una verdadera joya, digna de ser atesorada entre los sucesos de la vida que no se compran con dinero.

El haber convivido con la familia Mantecón en su serena y tranquila hacienda, completó con creces el cautivador entorno del bello pueblo de Cuale, que con su muy bien merecido nombre náhuatl de… “un lugar cerca del cielo”, se conserva tan auténtico y lejano al bullicio de Puerto Vallarta.

deviajesyaventuras@informador.com.mx

Síguenos en

Temas

Sigue navegando