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Cristo está vivo para siempre, ¡Aleluya!
Subió a Jerusalén voluntariamente para padecer, para morir, para ofrecerse como víctima propicia por los pecados de todos los hombres
Subió a Jerusalén voluntariamente para padecer, para morir, para ofrecerse como víctima propicia por los pecados de todos los hombres.
Desde hace diez siglos la Iglesia ha cantado así el himno llamado Secuencia Pascual:
Ofrezcan los cristianos
ofrendas y alabanzas
a gloria de la víctima
propicia de la Pascua
Cristo, el Cordero Pascual, ha sido inmolado
Moisés dio un mandato a todos los israelitas en la cautividad de Egipto, la noche de la despedida, para la cena de pascua --pascua significa paso--, de sacrificar un cordero macho de un año, sin mancha y sin romperle un solo hueso, y comerlo asado. Ofrenda y cena. La pascua del cristiano es Cristo y así le canta:
Cordero sin pecado,
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza
“Cuando sea levantado en alto atraeré a todos hacía mí”. Allí es la víctima, y para todos aparece la manifestación de la realidad que supera para siempre todas las limitaciones humanas, incluso el enigma del dolor y el misterio de la muerte. Nueva alianza, mediador entre la humanidad y el Padre; pastor para salvar a las ovejas, a los culpables; unión entre la tierra y el cielo por la muerte del Cordero sin Mancha.
Cristo conquista por la resurrección el poder de Dios para el hombre
Los doce discípulos no podían o no querían entender cuando el Maestro les anunciaba --como lo hizo seis veces-- su firme voluntad de subir a Jerusalén a padecer, a morir y luego resucitar. Subir era enfrentarse al enemigo, a luchar y a vencer.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la vida,
triunfante se levanta
Para librar a los hombres del dominio de la muerte, quiso Jesús primero hacer suya la condición mortal y, aunque tembló, se entregó a la muerte para vencer a la muerte; habiendo tomado una carne semejante a la carne de pecado, y aunque Él era inocente, asumió hasta el fin la condición de los pecadores, “gustando la muerte” como todos ellos. Se en frentó a la muerte en su propio terreno y la venció. Fue el primer acto de la victoria de Cristo.
“¿En dónde está, oh muerte, tu victoria?, ¿en dónde está tu aguijón?”, exclama entusiasmado San Pablo.
Ya no la tristeza del viernes: ahora la alegría del domingo
Al consumarse el drama tremendo en el monte Calvario, alegres bajaron victoriosos los enemigos del Señor; tristes, bañados de lágrimas, todos sus amigos.
En la mañana del domingo ya no hubo lágrimas, ya saltó de gozo el corazón oprimido por aquella frontera de muerte.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
-- “A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada”.
Madrugaron las mujeres y en un nuevo día, con un sol radiante vio María la gloria de Dios.
Allí empieza un nuevo caminar, para ir tras el resucitado para morir y resucitar con él.
El creyente es testigo de Cristo resucitado
El prodigio único en la historia pide a los creyentes ser testigos ante el mundo, de haber experimentado en sí mismos el poder de la resurrección de Cristo en su vida personal y comunitaria.
Los ángeles testigos,
sudarios y mortaja
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Han sido testigos los mártires en veinte siglos de cristianismo, testigos del mismo hecho los confesores, las vírgenes y muchos más con una vida de verdadero testimonio, tal vez no percibido con la mirada de los mortales, pero aceptado y agradable testimonio a la amorosa mirada de Dios.
Los signos de Cristo resucitado en la historia
La presencia de Cristo --Dios con nosotros-- es consoladora verdad. Está, se ha quedado y su presencia es a través de la Iglesia con signo permaente y llamamiento continuo, para ir hacia Él y con Él en la eterna bienaventuranza.
Venid a Galilea
allí el Señor aguarda,
allí veréis los suyos
la gloria de la pascua
El cristianismo es invitado a acercarse, a ir creciendo en la capacidad de ir viendo los signos de una esperanza de resurrección, de pascua en el Señor.
Jesús, el primogénito de los muertos
Es también “primicia de los que duermen” (1Corintios 15, 20). Cuando le llevaron a Cristo la noticia de la enfermedad de su amigo Lázaro, comentó: “Nuestro amigo Lázaro duerme”. Y fue y llegó cuatro días después, tardanza inexplicable para las hermanas Marta y María; pero “para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”, el Señor despertó a su amigo Lázaro del sueño de la muerte.
Primero de la muerte
sabemos por tu gracia
que estás resucitado,
la muerte en ti no manda
Jesús, Tú mandas a la muerte, y al imperio de tu voz devuelves a la vida de la gracia a quienes contritos y humillados imploran misericordia y perdón. Es el milagro invisible, cotidiano en la historia de las almas.
La resurrección de Cristo, esperanza para los mortales
El Dios creador es también el Dios salvador. A quien recibe el sacramento del bautismo, lo inserta a Cristo para pasar de la muerte a la vida, a una vida imperecedera. Como hombre lleva en su frente la marca de la muerte, pero experimenta de continuo la fuerza inagotable y regeneradora de la nueva vida. Así tiene sentido y contenido su vida en Cristo resucitado.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
de tu victoria santa
Aleluya, aleluya.
José R. Ramírez Mercado
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