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Conocer lo bello para identificar lo bueno

Lo bello, junto con lo bueno y lo verdadero, son categorías esenciales que, como es obvio, deben ser consideradas en cualquier desarrollo educativo

GUADALAJARA, JALISCO (17/ago/2010).- Desde hace veinticinco siglos y atribuida a Platón se viene repitiendo en la tradición filosófica de Occidente que la belleza es el esplendor de la verdad. Esta frase encierra dos términos “splendor” y “veritas”. El esplendor no es un resplandor difuso sino un fulgor de luz que emana de la cosa bella y la verdad es lo que brilla. La obra de arte es entonces aquello a través del cual brilla la verdad. Para los griegos la verdad se descubre, se encuentra al correr el velo que cubre la esencia de las cosas. Y es este des-ocultar lo que produce la obra de arte.

La educación estética y artística sigue obteniendo en los más recientes planeamientos educativos plenas garantías de continuidad. Han afirmado recientemente los teóricos de la educación en las artes que el objetivo esencial de ésta debe ser el perfeccionamiento de la capacidad de expresión y de comprensión verbal, matemática, plástica y dinámica.

La capacidad de, comprensión y de expresión plástica –dice el pedagogo Víctor García de Hoz-- se desarrolla a través de la actividad técnica y artística y la capacidad de comprensión y de expresión dinámica, principalmente por la actividad musical, dramática y rítmica en general. El dominio de estas diferentes formas de lenguaje parece constituir hoy el elemento más general y necesario de la enseñanza, mientras ocupan un lugar opcional o profesional los contenidos referentes al mundo circundante, las materias científicas y las técnicas. Ciertamente, “el valor educativo de la expresión radica en ser la culminación de un proceso intelectual que desemboca en un conocimiento o en una habilidad.”

Cualquiera que sea el concepto que se tenga de una educación estética, siempre puede afirmarse que toca a un orden elevado y noble de la vida y supone un grado de perfección superior a la de la cultura general.

Con independencia del trabajo en aula, el aprender a reconocer la realidad a través de la obra de los artistas es una práctica muy gratificante, es decir la apreciación de las artes se convierte en una actividad placentera, que en este terreno es la delectación.

Sin duda el mejor sitio para el contacto con la creación estética se da de manera natural en el museo, pero en el Museo Vivo, no en las galerías que se limitan a “colgar obra” y que pase la gente.

Terreno virgen, por no decir “terra ignota” en el desarrollo de auténticos museos -con los dedos de una mano sería suficiente para enumerarlos— es nuestro estado. Se requiere una suma de voluntades que busquen, accionen y por supuesto el voto de confianza de los beneficiarios, para en esa consonancia acercarse al disfrute y sus consecuencias, de la mejor expresión humana. Mientras tanto le proponemos en Talento Educativo algunas alternativas.
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