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Aprender de ellos

Fantasmas mentales

GUADALAJARA, JALISCO (11/MAR/2011).-  Hace unos días se inauguró en la Ciudad de México el museo Soumaya, bautizado así en memoria de la esposa de Carlos Slim Helú, su mecenas y propietario.

Se trata de una obra en la que lo novedoso es el punto de vista filantrópico, moderno y arquitectónico. El esplendor, tanto del edificio como de las obras pictóricas y escultóricas que alberga, es de resonancia mundial. A fin de cuentas un triunfo personal con eco universal cuyo beneficio cultural será recogido gratuitamente por todo aquel que lo quiera. Altruismo exento de conflictos y suspicacias.

El señor Slim, hiperactivo, curioso y perfeccionista, ha sostenido la tesis, en diversos foros mundiales, de que educar es independizar y se declara partidario del incuestionable postulado de que el trabajo es un instrumento de progreso y libertad. Se ha manifestado, reciente y reiteradamente, contrario a la práctica filantrópica de Bill Gates y Warren Buffet, respecto a la donación de enormes cantidades de dinero para el apoyo de causas sociales. Mírese como se mire la construcción del citado mueso es una iniciativa que no deja lugar para el mínimo disenso.

El recorrido del museo, como el de cualquier recinto dedicado al arte, proporciona un intenso goce estético e inspira un estado calmo, íntimo y acogedor que nos permite enterarnos, por los homenajes a la familia del señor Slim, que la decisión de hacerlo fue resuelta con veneración y respeto. Siendo así, no será extraño que se le considere una idea hecha realidad, extremadamente generosa y sincera.

La visita al museo Soumaya abrió la puerta a una divagación lógica sin lógica. No se trata de reflexiones vestidas de mojigatería sentimentalista, simplemente de un trastorno  causado, quizá, por la absurda realidad que con frecuencia se palpa cuando se está cerca de seres que sufren tanto, las personas con discapacidad, que la injusticia no los hiere. Fantasmas mentales convocados por una absurda y misteriosa visión nublada cuyo origen radica en la histórica retahíla de infortunios humanos de los más, con carencias sin límites, ante la mirada, casi indiferente, de los menos con excesos sin límites.

Grandeza, status, celebridad, poder, sentimientos que acuden a cada paso ante las diferentes obras artísticas que el museo expone, y ante tanta grandiosidad, la inevitable y subconsciente visita de reflexiones inquietantes y contradictorias. Ahí están los diversos movimientos sociales encabezados por personas desposeídas que por motivo de la globalización mediática se percatan de que son injustamente oprimidas y explotadas. La desigualdad social económica y cultural está siendo manifestada en toda su crudeza y con toda su crueldad, desigualdad que cada día se vuelve más impronunciable. No es un prurito de pesimismo o fatalidad, no son sentimientos de hostilización, se trata de hacer un alto en el camino para meditar de qué forma podremos cambiar esta absurda condición inexplicable de injusticias en este mundo inexplicable. Las personas con discapacidad por su condición han vivido en una especie de retiro de anacoreta, los ofendidos y humillados viven habitados por fantasmas que pueden convertirse en caos, libertinaje y violencia. Hasta cuando le daremos espacio a la generosidad, el altruismo y la solidaridad, ojalá: “oh Alá” antes de que se inauguren más museos. Amén de los amenes.
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