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Aprender de ellos

En este nuevo año: tu, la solidaridad; yo, la paciencia

GUADALAJARA, JALISCO (07/ENE/2011).- Soy Marta Cuéllar Cuevas, nací con discapacidad intelectual, ya viví así 31 años; me he convertido –al igual que todos los que son como yo–, por esos irónicos y veleidosos juegos de la vida cuyas reglas sólo las conoce Dios, en la voz, por desgracia aún poco audible, de 140 millones de seres, personas antes que nada, que clama con ánimo complaciente y espíritu benévolo, comprensión, apoyo, pero sobre todo justicia. Según tengo entendido, por estas fechas cualquier comunicación se inicia invocando el “cliché” de extender parabienes y venturosos deseos; así lo hago para todos, los que me conocen y los que no saben de mi existencia por ignorancia o por indiferencia. Sin embargo, alcanzo a advertir con toda claridad que mis deseos nacen de un corazón cuya insita naturaleza está diseñado para la paciencia, la esperanza y serenidad, y que por lo tanto son auténticos, así que: paz, amor y mucha salud.
En este 2011, a riesgo de parecer reiterativa –somos modelos de la perseverancia– comparto con ustedes la principal característica de mi condición humana y por lo tanto mi principal reto ante la vida: al momento de nacer, el equilibrio entre facultades intelectuales y físicas que todo ser humano requiere para su armonioso crecimiento, se fracturó; el costo de este inextricable quiebre, convertido en irónico privilegio, ha sido alto, penoso, triste, en pocas palabras: se me otorgó una condición de vida siempre cuesta arriba. Recuerden que todos aquellos seres humanos que nacimos con discapacidad intelectual, dependemos del apoyo del prójimo, en ese apoyo estriba el que vivamos en el fango del abandono o habitemos el paraíso terrenal.

A nuestro modo –realidades invisibles–, percibimos la aflicción que sufre nuestro país debido al desbocado y terrorífico galope de tantos jinetes de desastres, sabemos de la  tangencialidad apocalíptica en la que se desarrolla la vida diaria del país: corrupción, impunidad, violencia, desdichas y más. No estamos ajenos a esta desastrosa realidad; tan es así que los invito a tomar en cuenta que entre los dones que nuestra muy particular naturaleza nos ha concedido, es que se nos ha otorgado licencia para realizar milagros, milagros que justamente creemos son los requeridos para sanar estas dolorosas heridas: la cercanía con nosotros les hará comprender que es necesario alejarse de los falsos ideales sustentados en inmoralidades. Con demasiada frecuencia, provocada por la terca indiferencia hacia nosotros, nos preguntamos por qué la tecnología que avanza a velocidades espectaculares, no ha inventado un barómetro espiritual que nos permita hacer lecturas de nuestra generosidad y sentido de la caridad. ¿O es que no podemos aspirar a que virtudes como la solidaridad y el sentido de apoyo humano se puedan trasmitir vía e-mail?

La desigualdad de toda laya, es una herida sangrante que lastima severamente la humanidad: sin ánimo fatalista, señalando sin criticar, recurro a un ejemplo: muchos seres humanos recién han disfrutado con todo derecho del lujo del reposo, del descanso, el ocio, mientras esto ocurría, millones de personas vieron transcurrir estas fiestas agobiados por los dolores de la pobreza. Tal vez sea momento de recordar a G. Orwell, quien decía “qué bueno sería vivir en un mundo en el que el hombre más rico lo fuera solo 10 veces más que el más pobre”. Como esto parece inalcanzable, te propongo que como propósito de año nuevo, busquemos juntos que el hombre más feliz del mundo lo sea solo 10 veces más que el más infeliz. Amén de los amenes.
Sinceramente: Marta Cuéllar Cuevas, en el albor de este 2011.
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