¡Aleluya, aleluya! ¡El señor resucitó!
El triunfo de Jesús sobre la muerte representa el punto central de la fe cristiana, el cumplimiento de las profecías y el perdón de nuestros pecados
GUADALAJARA, JALISCO (20/ABR/2014).- Éste es el día que hizo el Señor. Es el núcleo, es la piedra angular del cristianismo. En este acontecimiento se funda toda esta religión. En este acontecimiento se funda toda nuestra fe. El cristiano cree en Cristo resucitado, sí, que murió, resucitó y vive para siempre.
La pascua del creyente es Cristo. En esta Semana Santa, con días de oración, de contemplación, ante los fieles cristianos fueron renovándose los grandes misterios de la redención. Con fe, con devoción, el pueblo cristiano miró absorto a Cristo rodeado de sus discípulos en torno a una mesa. Allí, fieles a la ley, celebraron la pascua judía, tal como lo prescribió Moisés. Cenaron el cordero y cantaron los himnos de libertad y alabanza, y terminada la pascua judía siguió la pascua cristiana.
Desde esa noche Cristo se entregó:
“Tomad y comed todos de él,
Porque esto es mi cuerpo
Y será entregado por vosotros”.
Y luego:
“Tomad y bebed todos de él
Porque éste es el cáliz de mi sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
Que será derramada por vosotros
Y por todos los hombres
Para el perdón de los pecados”.
En esa cena de despedida, al instituir Cristo el sacrificio perdurable de la eucaristía, anticipa su pasión.
El cordero que murió y resucitó, ha traído la salvación a las ovejas y a los pecadores.
El que es la vida sale victorioso del sepulcro. Rueda la piedra que lo cubría, triunfante se levanta
.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
A mi Señor glorioso,
La tumba abandonada
Los ángeles testigos,
Sudario y mortaja.
¡resucitó de veras!
Mi amor y mi esperanza".
“Estás resucitado, eres un vencedor; el vencido, con su muerte vence a la muerte; la muerte ante ti no tiene poder. Vives, Vivirás por los siglos de los siglos, para siempre, eternamente”.
Así también en el ánimo, en el sentimiento de los hombres del siglo XXI.
Señor, tú eres el vencedor. Apiádate de la miseria humana; miseria por la ignorancia, por la ceguera que arrastra hacia los placeres fáciles y fugaces; miseria que conduce a la violencia, al crimen. Ellos, como los que te clavaron en la cruz, tampoco saben lo que hacen.
Tú que abriste los ojos de los ciegos, abre los ojos a los poderosos y a los débiles; a los que se dicen sabios y no lo son tanto como creen; a todos dales parte de tu victoria santa. Amén.
José R. Ramírez M.
LA PALABRA DE DIOS
• PRIMERA LECTURA
Hechos de los Apóstoles 10, 34. 37-43
“Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos”.
• SEGUNDA LECTURA
San Pablo a los colosenses 3, 1-4
“Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo”.
• EVANGELIO:
San Juan 20, 1-9
“Vio y creyó, porque hasta entonces no había entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos”.
• El paso gozoso, Pascua
El domingo de resurrección es el tercer día del Triduo Pascual y el comienzo del tiempo pascual que se prolongará por 50 días, hasta la fiesta de Pentecostés. Este día posee la máxima solemnidad de todas las celebraciones dentro de la Iglesia.
Al ser la celebración más importante del año, se debe entender a plenitud el riquísimo sentido que tiene esta fiesta. La noche de Pascua tiene dos partes centrales: la Palabra y el Sacramento; estos dos momentos adquieren un relieve especial: se proclama la Palabra de salvación que Dios ofrece a la humanidad y que culmina con el anuncio de la resurrección del Señor, y luego se celebra sacramentalmente esa misma salvación.
Todo esto tiene un rito importantísimo de inicio, con el símbolo de la luz, y el canto del pregón pascual. Todo esto sirve para resaltar la Pascua, o sea su paso de la muerte a la vida. En la muerte de Cristo, nuestra muerte ha sido vencida y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos. En la comunidad de los creyentes nos hemos de sentir integrados porque renacemos a la nueva vida que nace de estos sacramentos en la fiesta de Pascua: por el bautismo se sumerge con Cristo en su Pascua, por la confirmación se recibe el Espíritu de la vida y en la Eucaristía participamos del cuerpo y sangre de Cristo.
La solemnidad que encierra este tiempo se sintetiza en que, tal debiera ser nuestro gozo, que los 50 días que conforman la Pascua debieran vivirse como si fuera uno solo. Hoy iniciamos la gran fiesta de los creyentes en Cristo. ¡Felices Pascuas!
• Sencillo y simple
En la muerte de Jesús en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra Sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical.
Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan en su evangelio: “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19, 37), ayuda a comprender que “Dios es amor” (1Jn 4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.
Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cfr. 1Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un ‘mandamiento’, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro (Deus Caritas Est. #s. 1 y 12. Benedicto XVI).
Estos conceptos escritos por el Pbro. Gabriel González Pérez, en el “Diario de Santo Toribio Romo durante la persecución religiosa”, dejaron en mí, honda huella, suscitando a la vez una reflexión, de la cual les comparto un resumen.
El mundo, en la actualidad, está sumergido en una situación tan crítica, que no sería exagerado ni aventurado afirmar que está al borde del caos, hecho factible debido a la actual globalización que hace que una guerra en Ucrania afectaría sin duda a los países del cono sur. Ello se debe a que el ser humano ha preferido marchar por el derrotero complicado, ignorando el sencillo y simple, ya sea por desconocimiento de que éste existe, por negligencia, o a propósito, cuando los gobiernos de algunos países guardan aún grandes planes de dominio tanto en el aspecto político como en el económico y social.
Sí, porque en Cristo está la solución. Confiar, abandonarse y obedecer a Cristo nos lleva a tener los mismos sentimientos, pensamientos y decisiones que Él; y si los pueblos de la tierra y sus gobernantes amaran y obedecieran a quien dio su vida para que hombres y mujeres fuéramos felices, estuviéramos contemplando otro panorama, porque, por lo demás, ello llevaría a que todo fuera sumamente sencillo y simple, ya que Cristo haría todas las cosas a través de quienes creemos en Él, siendo nosotros tan sólo instrumentos de Él, y desde luego, como siempre, haría tan solo la voluntad de Dios Padre, quien desea fervientemente que “todos sus hijos se conviertan y lleguen al conocimiento de la Verdad.
Francisco Javier Cruz Luna
• Aleluya, hoy es Pascua, Jesús resucitó.
Hoy es Pascua, la mayor fiesta del año, el día en que Jesús venciendo a la muerte retoma otra vez la vida para sí mismo y para nosotros. Pero la Vida que Jesús logra es una Vida plena, duradera y eterna.
Es significativo que todo en la Pascua nos hable de fiesta, de vida, de alegría... es indudable que Dios quiere la vida, que no quiere el sufrimiento inútil, que quiere la paz.
Por eso el Domingo de Pascua es el día más importante de la Semana Santa.
La Resurrección de Jesús es el milagro más grande de la Historia.
Jesús retomó su vida porque el Padre le dio esa facultad, en atención a su fidelidad.
Pero la resurrección al mismo tiempo que es una realidad impresionante y extraordinaria que rompe todos los esquemas y leyes naturales; es también signo y promesa de una vida que no termina y que Jesucristo ofrece a sus seguidores porque la realidad de la Pascua y la experiencia de la Vida eterna no se da después de la muerte, sino que es algo que podemos experimentar y empezar a vivir desde ahora, mientras caminamos en esos altibajos de lo temporal, lo mundano y lo perecedero.
Quien ha encontrado la conexión entre su vida mortal y la Vida nueva que el Señor promete es una persona en la que no tiene cabida la tristeza ni el desaliento, y mucho menos la frustración, porque sabe interpretar los acontecimientos con la mayor objetividad, a la luz de la fe, y se apoya firmemente en la esperanza; aún los momentos más dolorosos los vive integrado al supremo dolor de Cristo donde todo se transforma y adquiere nueva Vida.
Una persona así, sabe que no depende de un destino fatal; y que hasta la misma muerte tiene visos de victoria, de triunfo y de gloria. Esto es lo que Cristo nos ha hecho merecer con su paso por esta vida hacia la Vida definitiva.
Por esto, en esta Pascua de Resurrección es bueno acercarnos al Señor para pedirle que nos comunique la gracia de la Vida, ya que Él mismo afirmó que vino al mundo para que pudiéramos vivir verdaderamente.
Ahora ya podemos cantar a plena voz el aleluya de la vida, porque sabemos que nuestra existencia, tan breve y tan efímera, no desemboca en el vacío. La resurrección de Jesús es fuente inagotable de alegría. Él venció la muerte y Dios le dio la vida para Él y para todos cuantos le siguen con fe y con amor.
María Belén Sánchez