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A Dios rogando..

En esencia, la oración consiste en ponerse en contacto directo con Dios

     Hemos visto que, en esencia, la oración consiste en ponerse en contacto directo con Dios y, en consecuencia, es un diálogo con la Divinidad. Así vista, además de lo dicho en el artículo anterior, la oración tiene diversos fines de acuerdo con lo encontrado en la Escritura. En primer lugar, san Lucas nos enseña que es una manera de servir a Dios (Lc 2, 37). En segundo lugar, Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones: (a) Prepararnos para tomar decisiones importantes (Lc 6, 12-13); (b) adquirir fortaleza y vencer la tentación (Mt 16, 41) y para fortalecer espiritualmente a otros (Ef 6, 18-19) y (c) derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mt 17, 14-21). Un tercer fin es la petición: sin embargo, hemos de tener en cuenta que a pesar de que se nos asegura que todo lo que pidamos con fe se nos cumplirá (Mt 21, 22), las cosas que pidamos deben estar de acuerdo con Su voluntad (1 Jn 5, 14). A este respecto, algunas veces Dios retarda sus respuestas para nuestro beneficio. En estas situaciones, debemos reconocer Su voluntad para ser diligentes y perseverantes en la oración (Lc 18, 1-8; Rom 12, 12) y aceptar que la oración no debe ser vista como un medio por el cual Dios cumple nuestra voluntad en la tierra, sino como el medio para hacer que la voluntad de Dios sea hecha en la tierra.

   A veces, cuando el problema es que no sabemos --o no queremos darnos cuenta-- específicamente cuál es la voluntad de Dios, la oración es el medio para descubrirla. Por ejemplo, si Pedro no le hubiera pedido a Jesús que le ordenara salir de la barca y caminar sobre el agua, él se hubiera perdido de esa experiencia (Mateo14, 28-29). Si la mujersirofenicia cuya hija estaba poseída por un demonio no le hubiera rogado a Cristo, su hija no habría sido sanada (Marcos 7, 26-30). Si el hombre ciego que mendigaba en las afueras de Jericó no hubiera llamado a Cristo, nunca habría recobrado la vista (Lucas 18, 35-43). En cierto modo, la oración es como compartir el Evangelio con la gente. Así como no sabemos quién responderá al mensaje hasta que lo compartimos, nunca veremos los resultados de la respuesta hasta que oremos en espíritu y en verdad (Jn 4, 20-24).

     La cuestión con la más común, la oración de petición, es que se puede abusar, pues decimos que hay que pedir a Dios por el vecino, el preso, los matrimonios, la buenaventura, etc., en términos más o menos materialistas o de deseos. Esto no es malo, pero debemos recordar que las peticiones han de ser siempre consistentes con la voluntad de Dios. Es por ello que en las oraciones litúrgicas como la Liturgia de las Horas las preces o intercesiones siempre incluyen cosas como “Tú que nos has dado la luz del nuevo día, concédenos también caminar durante sus horas por sendas de vida nueva”, o “A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla, concédeles que cooperen con sinceridad y concordia en la edificación de un mundo mejor”. Las peticiones van siempre dirigidas a buscar el crecimiento espiritual de las personas y conseguir el objetivo señalado anteriormente en (b) y siempre implican la realización de actos acordes a la voluntad de Dios. Cerramos entonces el círculo, pues sabemos que la fe sin obras está muerta (Stg 2, 26) y la falta de oración demuestra falta de fe y falta de confiaza en la Palabra de Dios. Así, oramos para vivir nuestra fe en Dios, con la plena seguridad de que Él hará conforme a lo que ha prometido en Su Palabra, y bendecirá nuestras vidas abundantemente, más de lo que pudiéramos esperar (Ef 3, 20). Por consiguiente, la oración nos ha de llevar a actuar, nunca a ser pasivos esperando perezosamente un cambio en los demás. Pongamos en práctica el sabio refrán popular “a Dios rogando y con el mazo dando” que nos invita a la acción a la par de la oración. Y que el nombre de Dios sea glorificado en nuestras vidas, creyendo en Su palabra tanto como para acudir con frecuencia ante Él por la oración y proclamemos con san Pablo: “¡Gloria a Dios en la Iglesia y en Cristo Jesús por todos los siglos y para siempre! Amén” (Ef 3, 21). Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana 
Campus Guadalajara
alara@up.edu.mx 
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