La política presidencial estadounidense así funciona. Los primeros dos años de su gobierno, un nuevo presidente los dedica básicamente a poner la agenda emanada de lo que él y su equipo evalúan como un mandato electoral, mientras que los siguientes dos se convierten en una corrección de los errores de los primeros dos y en lo que Sidney Blumenthal llamara “la campaña permanente”, hace ya más de 30 años, una obsesión por reinterpretar cómo se ha movido el péndulo de las preferencias ciudadanas con el ánimo de lograr la reelección.
En ese momento se encuentra Obama. Durante los dos primeros años de su gobierno, el presidente gobernó con un Congreso aliado, dominado por los demócratas y que le permitió, entre otros, conseguir una reforma al sistema de salud, que si bien no era la planeada por Obama, sí es la reforma más importante en la materia y tal vez el logro más relevante de sus primeros dos años de gobierno.
Sin embargo, los resultados de las elecciones legislativas de noviembre de 2010, que le dieron a los republicanos el mando en la Cámara de Representantes, donde ahora tienen 242 legisladores frente a los 199 demócratas, obliga a Obama a replantear estrategias y a mirar con detenimiento la experiencia que tuvo Bill Clinton cuando en 1995 los republicanos también ganaron una mayoría en la Cámara de Representantes.
De tal forma, Obama ya empezó a mover las piezas. Esta semana nombró a Bill Daley, ex secretario de Comercio de Bill Clinton y ex jefe de campaña de Al Gore, como su nuevo jefe de asesores en la Casa Blanca. El trabajo principal de Daley será el de ser el interlocutor del presidente con el liderazgo republicano en el Congreso.
El liderazgo republicano en el Congreso tiene ya su agenda clara para 2011: tratar de revertir hasta donde sea posible la reforma al sistema de salud de Obama, recortar los programas de gasto público que ha impulsado el presidente desde 2008 e impedir a toda costa el avance de la agenda progresista de Obama.
Así las cosas, 2011 inicia con vientos de guerra política en Washington, la antesala de la campaña electoral de 2012, y las primeras víctimas de este cambio en el poder serán los millones de migrantes indocumentados que ya esperan la embestida de iniciativas locales que endurecerán la situación que ya enfrentan al estilo de la ley Arizona de 2010.
Empieza un año rudo, por decir lo menos, también para la diplomacia mexicana.
A los lectores de EL INFORMADOR, mis mejores deseos para este 2012.
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