Por un lado, los disgustados manifestantes, ni siquiera un grupo numeroso de personas, protagonizaron una acción civil de protesta con características poco habituales, porque no había organización política que dirigiera sus actos y además porque su demanda no era ni remotamente ideológica: sencillamente exigían a la CFE que se repusiera el servicio que se había suspendido por una tormenta ocurrida desde el sábado 1 de agosto.
En otro sentido, los automovilistas afectados por el cierre de la avenida estaban naturalmente fastidiados. Sin embargo, los vecinos organizados encabezaron una causa en la que se incluyen miles de personas que padecieron en su vida cotidiana, en su intimidad, la falta de energía eléctrica y las consecuencias de esto. Todos ellos, como siempre ha ocurrido, debieron tragarse su molestia y esperar, sin otra opción, a que se hicieran las reparaciones necesarias.
Ninguna autoridad intentó usar la fuerza para retirar el bloqueo de la importante arteria vial. Esta abstención, puede interpretarse, lleva implícita la aceptación de que a los molestos les asistió la razón. Se retiraron cuando les dieron garantías de que ayer mismo, unas horas después, se haría el trabajo por el que estaban esperando cuando menos desde dos días antes.
Inédito e inusual son apenas dos de los calificativos que pueden ponerse a la manifestación de estas personas, en una ciudad en la que plantones, marchas y protestas ganaron carta de naturalización hace varios años.
La cuestión es si deberemos esperar todos a que esto también se normalice; esperar a que las calles y las plazas públicas sean tomadas por gente con causas “justas”.
Paradójicamente, los directivos de la Comisión Federal de Electricidad insistieron, al ser consultados, en que las consecuencias de la tormenta habían sido menores. ¿Por qué entonces la tardanza en cumplir con su obligación y reponer el servicio de manera pronta?
Más allá de este episodio, autoridades y ciudadanos podemos coincidir en que la responsabilidad en el cumplimiento de lo que “nos toca”, es la fuente de la armonía social.
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