Hay opciones colectivas y privadas en donde el automóvil queda de más. Ya no por la moda de los vehículos gigantes, sino porque un coche a fin de cuentas hace el mismo tiempo de recorrido que alguien que se transporta en bicicleta o en el Tren Ligero.
La bicicleta como medio de transporte representa una solución vial. Hay esfuerzos por apuntalarla como una verdadera opción para los tapatíos. Habrá que observar con atención la actitud con la que los ciudadanos la enfrentan, ya que implica un cambio de “hábitos viales”.
La prueba piloto por Federalismo debe enseñarle a autoridades, automovilistas, peatones y usuarios que una ciclovía representa mucho más que un carril para bicicletas. Exige respeto. En ciudades donde funciona bien sería una falta grave que cualquier peatón o automovilista les invadiera su espacio; los usuarios reclamarían, y con justa razón, a quienes lo hicieran.
De momento, con la obra a la mitad, resulta mejor circular por el arroyo de la avenida, aún en los tramos casi terminados. Hay muchos estorbos: ramas de árboles, puertas abiertas de los carros y, peor aún, autos estacionados arriba de la banqueta, en lugares donde tradicionalmente lo hacen a pesar de las infracciones.
En el caso del Macrobús habrá sanciones récord para los infractores, pero más allá de las multas, la autoridad deberá vigilar que funcione bien el sistema. No bastará con infracciones de temporada como las actuales, donde van de la vigilancia de una infracción a otra y se olvidan de las demás.
La Vía RecreActiva de los domingos y los paseos nocturnos de los miércoles han popularizado el uso de los medios de transporte sin motor. Son una muestra de la participación ejemplar de peatones, automovilistas, usuarios y autoridades. Habrá que extenderlo al resto de la semana, donde implementen los espacios para que las ciclovías sean una solución vial.
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