Torbellino diplomático

“…NO MI DEFIENDAS, COMPADRE...” Bay, bay...

Entre la tragicomedia mexicana, abundan los dichos, proverbios, y refranes que mucho tienen que ver con lo que sucede en la realidad, en nuestra realidad que corre paralela a nuestros propios usos y costumbres y a nuestra manera sui generis de ponderar, de sopesar, de interpretar la vida. El carácter del mexicano, desde este punto de vista, es terriblemente complejo, y si se quiere absurdo, pero al final de cuentas, esa defensiva constante, representada en este caso por dichos, dicharachos o proverbios, constituye un escudo insuperable para sortear situaciones adversas o diversas.

México, nuestro México, atrozmente sacudido por los embates de la historia, ha sabido defenderse, a capa y espada, contra viento y marea, esgrimiendo durante mucho tiempo un recurso formidablemente sutil, pero al fin de cuentas poderoso, la diplomacia, cuyos argumentos fehacientemente perspicaces y hábiles, pero apegados al Derecho Internacional, como la Doctrina Estrada, que nos libraron de ataques injustos y de muchos abusos de los poderosos. Ciertamente, podemos afirmar y también recordar, que durante mucho tiempo, la diplomacia mexicana, o si se quiere “a la mexicana”, fue un recurso efectivo, modelo en su género a nivel mundial.

Pero, en estos tiempos modernos, hay que reconocer que en muchos aspectos la diplomacia mexicana ha venido a menos, pero aún quedan recursos adecuados para hacer frente a ciertas adversidades que nos incomodan porque siguen poniendo de manifiesto que seguimos supeditados a decisiones del poderoso, y no nos queda otro remedio que exclamar a coro aquello de  “no me defiendas, compadre,”  que tiene mucho de filosofía y de buen humor.

Es el caso reciente del malentendido, por decirlo de alguna manera, del embajador, de origen cubano, Carlos Pascual, que, de acuerdo con los lineamientos de la diplomacia moderna, ha estado causando expectación universal, y todo debido a la nueva tecnología que se está empleando,  en donde se puso de manifiesto el tejemaneje que se lleva a cabo en las altas esferas de la política internacional. Desde luego, no es novedad el comportamiento de estos personajes, que siempre se han comportado como procónsules, y que a decir verdad no será fácil cambiar el modelo, porque simple y llanamente los intereses políticos del vecino norteño son inconmensurables. Recordemos, a groso modo, que compartimos la frontera más larga del mundo, y pensemos que en los linderos de dicha frontera a diario se suscitan miles y miles de problemas y que, aun con la tecnología moderna que emplean los vecinos, no han podido controlarla del todo.

Pascual, desde que fue propuesto por el gobierno de la Casa Blanca, estuvo cuestionado, porque en su currículum destaca su especialidad como “experto en estados fallidos”, término de nueva acuñación, difícil de definir, pero que implica una profunda repercusión geopolítica y de seguridad nacional en el país en donde el dicho funcionario está en funciones oficiales como diplomático. Se trata de socavar por esa vía aquellos países que son débiles y que no hacen política exterior, no tienen defensa nacional y no hacen realmente su propio diseño de estrategia económica porque está totalmente influida por el neoliberalismo.

Pero, además, llama la atención el caso concreto del cubano Pascual, porque desde los tiempos del presidente Carter, en el ca¬so de México, debido a muchas circunstancias históricas, y con objeto de allanar o mejorar la relación bilateral, se optó por nombrar a embajadores de origen “latino“, y así se han ido sucediendo varios de este tipo, dizque porque por su origen habría un mejor entendimiento, y además porque supuestamente podrían entenderse de mejor manera a través del idioma español. Pero, por lo que se ve, los resultados no han sido muy halagadores, porque el quid no se ubica ahí. Es más profundo y complejo.
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