La comparación inevitable, si este escenario llegara a presentarse, es con el Estado de México, donde miles de familias han padecido inundaciones de aguas negras en la zona del Valle de Chalco.
Las medidas inmediatas son aparentemente simples y además, reconocidas. Entre éstas figuran el desazolve de canales, aseguramiento inmediato de las pequeñas presas que están casi al borde de su nivel, y la tarea más compleja: remover a las familias que se asentaron en zonas de riesgo.
En otras palabras, no hay nada por descubrir en las tareas de prevención. Los cuerpos de Protección Civil tienen ante sí un esquema bastante claro para evitar accidentes, y lo que es peor, la pérdida de vidas, si llegara a desbordarse alguno de los cuerpos de agua de la cuenca. Incluso, hay un listado oficial de los 10 puntos más peligrosos en la enorme área de El Ahogado.
La pregunta que gana terreno por sí sola, ante un panorama que pudiera ser de crisis, si la Naturaleza nos desborda, es ¿por qué no se han hecho las obras conducentes para evitar que la Cuenca del Ahogado sea un peligro constante cada vez que las lluvias se desparraman sobre la ciudad? E incluso, ¿por qué las autoridades municipales y estatales hacen que no ven cuando los asentamientos irregulares llegan primero, y luego crecen, en zonas donde claramente las personas de escasos recursos afrontarán el día inevitable en el que expongan sus vidas?
Hay que esperar que no suceda lo peor. Pero todos los involucrados están obligados esta vez, a no dejar pasar la ocasión y poner orden definitivo. Arroyos, canales, presas y plantas de tratamiento deben recibir atención inmediata, y prioritariamente, también, las personas que podrían ser perjudicadas.
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