Ritual sepultado

Durante décadas, el Informe de Gobierno fue oportunidad para un escaparate personal del titular del Ejecutivo federal en turno, y cada año se utilizó para refrendar la lealtad de las instituciones y de los Poderes de la Unión al poder presidencial. El primero de septiembre se convirtió en el “día del Presidente”, la fecha en que realizaba el recorrido desde Los Pinos a la sede del Congreso en vehículo descubierto y la gente salía a las calles para aclamarlo, y una vez en el recinto legislativo pronunciaba un largo discurso dando cuenta de los logros de su administración durante los últimos 12 meses... Esto quedó sepultado ayer, con el estreno del nuevo formato del Informe.

Sin la presencia del Presidente de la República, diplomáticos, gobernadores e invitados especiales; sin manifestantes afuera de la Cámara de Diputados; ausentes los retenes policíacos; sin las interpelaciones de los últimos años... así se vivió el nuevo primero de septiembre en el Congreso, que desde 1917, cuando se instauró esta fecha para el Informe de Gobierno, no vivía una jornada tan anticlimática, sin sobresaltos, sin gritos y dejó atrás los resabios del viejo presidencialismo.

Con media hora de retraso inició la sesión del Congreso General con la asistencia de 105 senadores y 460 diputados, quienes con una inusual tranquilidad arribaron a un recinto que esta vez no fue un “búnker”, y hasta extrañaron las porras y las interpelaciones. Luego de dar por recibido el documento enviado por el Ejecutivo, vendría una maratónica sesión de discursos en que cada partido dejó claro su posicionamiento, y al final, una salida lenta de legisladores de San Lázaro, en una tarde en la que se dio la última palada a un formato establecido en 1824 por el primer presidente de México, Guadalupe Victoria.

Ahora vendrá la glosa del informe, la comparecencia de secretarios y una nueva figura: la pregunta parlamentaria, es decir, los legisladores enviarán las interrogantes que consideren pertinentes, y el Ejecutivo estará obligado a responder por escrito.

A raíz de lo que se vivió ayer en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones festejaba la nueva relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. Desde su perspectiva, la función de contrapeso político del Congreso ganó terreno al Ejecutivo federal. Juraba que con los cambios jurídicos a los artículos 79 y 86 constitucionales, todo aquel secretario encargado de un despacho presidencial que mienta al Congreso “sufrirá las consecuencias incluso penalmente”.

El Informe Presidencial tiene nuevo formato, que puede gustar a muchos y ser criticado por otros, pero el Ejecutivo ha cumplido en tiempo y forma con lo establecido en la Constitución. Los legisladores tienen ya el documento, han sido informados; ahora habrá que esperar que esa información llegue a todos los mexicanos.

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