“Yo creo que el nuevo mineral de Angangueo ya no es específicamente la minería, sino tiene que ser el turismo.
¿Por qué razón? Porque no veo que haya otras actividades que puedan darle a Angangueo los empleos que necesita. Tiene con qué. Tiene un pueblo. Por eso es tan importante lo del Pueblo Mágico. No es porque se le haya ocurrido a alguien; no es porque queramos creer que con eso la gente va a estar feliz. No, Pueblo Mágico es porque nos ayuda a que los turistas de México y del mundo sepan: ‘Ah, este pueblo es distinto y es más bonito que otros y entonces voy a conocerlo’”, explicó, de acuerdo con la crónica presidencial.
Uno y otro hablaron de la misma realidad en la que México se encuentra. Del lado de la mujer de Angangueo, y de muchísimos mexicanos, existe la expectativa apremiante de encontrar una oportunidad para producir, contribuir a generar riqueza y obtener beneficios de ella. Es tanta la expectación, que el apremio económico está superando a la preocupación por la inseguridad que vivimos.
Del lado del Presidente se agrupan líderes mexicanos que tienen en sus manos una respuesta y una propuesta viable a 12 millones 600 mil personas que laboran en la economía informal, a dos y medio millones de desempleados —una tercera parte con estudios de preparatoria o universitarios— a tres millones 900 mil subempleados, y a cinco millones 900 mil mexicanos que quisieran trabajar pero han perdido la esperanza de conseguirlo.
Estos líderes son empresarios e inversionistas, directivos de instituciones educativas y servidores públicos que tienen en sus manos encontrar una nueva manera, socialmente viable, de decirle a millones de mexicanos, incluida la señora de Angangueo, cómo invertir su propio esfuerzo para alcanzar un beneficio general.
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