Algo así nos ocurrió ayer. Salvo quienes por su función para la sociedad no pueden dejar de laborar, al resto se le ha pedido que deje de hacerlo, se vaya a casa y evite los lugares públicos y las aglomeraciones.
Las autoridades han debido evaluar la conveniencia de aprovechar la proximidad de un fin de semana y dos días festivos, el 1 y el 5 de mayo y, con algunas ambigüedades para difundirlo, llegar a la conclusión de aprovechar este periodo para intentar que disminuyan dramáticamente los contagios en la epidemia que nos aflige.
El costo económico de esto debe ser enorme; pero el precio de que la influenza de origen porcino se convierta en una pandemia en México sería mucho mayor. Esta es la apuesta del Gobierno.
Los mexicanos ya estamos muy afectados por la crisis económica, que ha causado parálisis en las inversiones y recortes en las fuentes de trabajo. La influenza nos ha venido a complicar las cosas, empujándonos a una desgastante parálisis social. Sin embargo, todavía hay algo peor: los perjuicios que podemos causarle a la vida social con el pánico en el que algunos están entrando.
El gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, al advertir sobre las dificultades económicas por las que está pasando nuestro país alertó ayer por el miedo en la población que ocasiona compras de pánico.
“Nos ha tocado un panorama difícil en México por estos meses, pero creo que debemos tomarlo con serenidad y decisión, y estar seguros de que las cosas van a mejorar de aquí en adelante”, afirmó.
De buenas a primeras, nos pusieron una prueba que no es fácil. Afectados por la economía, atemorizados por una epidemia, tenemos que disminuir el temor que sentimos y confiar en el país que queremos, el que ahora sufre y el que queremos que sea.
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