Por un México que ahorre

El primer beneficiado de lo que hoy se conoce como Nacional Monte de Piedad, Francisco Carabantes, obtuvo un préstamo de 40 pesos oro en febrero de 1775. Seis meses después liquidó su adeudo y en agradecimiento dio una limosna de ocho reales.

El fundador de la institución, Pedro Romero de Terreros, conde de Santa María de Regla, había establecido que el Monte de Piedad mexicano —inspirado en otro fundado en Perugia, Italia, en 1450— no debería cobrar intereses, puesto que su función era ser “fuente perpetua de socorros a los necesitados”, pero los beneficiados podían dar un donativo cuando liquidaran su deuda, que serviría “para socorrer al desvalido y para sufragios (pago de oraciones) por el alma del fundador, sus descendientes y, en general, por las de los fieles difuntos”.

En su primer año, el Monte de Piedad atendió a 17 mil personas, que equivalían a la cuarta parte de los que habitaban en la capital del país. Hoy atiende a cinco millones, a los que les presta mil 529 pesos, en promedio, según un estudio de la Procuraduría Federal del Consumidor, lo que implica un presupuesto multimillonario
Desde 1775 han cambiado muchas circunstancias. Lo que no se ha modificado es que sigue siendo una institución no lucrativa de auxilio a los necesitados, a la que acuden quienes buscan resolver su día a día.

En términos generales, los mexicanos no son muy ahorrativos, y para saberlo no se tienen que comparar con los europeos o los asiáticos; basta ver lo que hacen otras naciones de América Latina. Esta costumbre nos hace vulnerables ante las incertidumbres económicas.

Existen quienes irresponsablemente gastan en unos días de paseo y juerga lo que necesita su hogar para subsistir en un mes. Esta conducta, reprochable, no es generalizada. La mayoría de quienes recurren al préstamo prendario, tanto en instituciones sin fines de lucro como en negocios que rayan en el agio, lo hacen para atender carencias y sin una cultura de previsión.

Si se quiere potenciar a México, se debe inculcar el ahorro, y para ello lo mejor son los niños y jóvenes. Si así ocurre, a lo mejor algún día el Monte de Piedad y los negocios prendarios dejarán de ser necesarios.
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