Para México, la noticia es esperanzadora, pues 55% de todo el valor económico producido por el país se basa en comercio exterior, y de ese porcentaje cuatro quintas partes tienen que ver con Estados Unidos. Si nuestro vecino mejora, eso sólo puede significar una cosa para los mexicanos: la locomotora a la que inevitablemente estamos conectados ha pitado, anunciando que comenzará a avanzar.
Este suceso tiene dos aspectos: debe entusiasmarnos, porque tocamos fondo en esta desgastante crisis internacional, pero también debe convocarnos a la cautela, porque comenzamos una recuperación que no será veloz.
Dicho de otra forma, estamos en el fondo de un precipicio en el que inevitablemente caímos con el resto del mundo, y ahora debemos estudiar cómo vamos a ascender más eficientemente.
Si, como parece, el consumo de los estadounidenses ha comenzado a expandirse, industrias como la automotriz, la electrónica, la producción de hortalizas de calidad y el turismo, que son sectores relevantes en nuestra economía, con todo y las cadenas de proveedores, van a comenzar a recibir pedidos. Y eso dinamizará al resto de los sectores productivos.
Lo más importante en este momento es entender que no vamos a volver al mismo mundo económico en el que estábamos todos antes de la crisis económica internacional. La experiencia ha servido a los mercados y los consumidores de todo el mundo a demandar calidad. Si aprendemos esta lección, y en nuestra labor económica, cualquiera que sea, entendemos que ganaremos ventas ofreciendo productos y servicios mejor hechos, vamos a aprovechar mejor el tren planetario que anuncia que volverá a avanzar.
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