Esta referencia es sólo la punta del icberg que conlleva, al menos, a una revisión, si no a un planteo de fondo, del actual modelo: ¿Está agotado? ¿Realmente, es necesario privatizarlo? ¿Hasta cuándo la economía nacional dependerá de los vaivenes del mercado internacional del petróleo?
El Presidente Felipe Calderón ha dicho, este fin de semana en Brasil, en la serie de visitas de Estado por Sudamérica, que es de su interés no sólo un eventual Tratado de Libre Comercio con la principal economía latinoamericana, sino también de una alianza estratégica entre Petróleos Mexicanos (Pemex) y Petróleos de Brasil (Petrobras).
De acuerdo con datos de la Presidencia de la República, Pemex se redujo de 3.3 millones de barriles diarios en 2004 hasta 2.5 millones este año, mientras que Petrobras puede subir de 2.7 millones de barriles diarios en 2009 a unos 5.7 millones en 2020. Según esa fuente, hace 10 años la situación era diferente y Pemex era una de las mayores petroleras estatales del mundo, con una producción de 2.5 millones de barriles, mientras que Petrobras producía sólo 800 mil.
El crecimiento de Petrobras o el decrecimiento de Pemex, según como se quiera ver el vaso, medio vacío o medio lleno, se debe a que la empresa brasileña puede echar mano a herramientas que en México están vedadas por la ley.
Petrobras, por ejemplo, sí puede realizar asociaciones estratégicas con otras empresas nacionales o internacionales, tal es el caso de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), que le permite aumentar las inversiones, sin renunciar a su condición de empresa pública monopólica.
La Carta Orgánica del gigante de Brasil permite, además, que 60% de las inversiones que realiza no se origina en recursos fiscales.
La información de primera mano que Calderón traiga de Brasil, enriquecerá, seguramente, el debate acerca del nuevo modelo nacional de producción energética.
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