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Han sido interesantes, aunque muchas preocupantes, las diversas reacciones por la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. Y para el análisis del manejo de la información en los diferentes medios de comunicación, y específicamente de algunos periodistas, el material es abundante.
Por supuesto, con la desinformación que campea, los rumores, los datos no confirmados, los afanes de protagonismo de varios “comunicadores” con esa clara obsesión de decir las cosas primero que nadie, no abordaré aquí directamente el caso del “Jefe” Diego, sino algunas de las reacciones de la clase política, las de aquellos que no tienen empacho en adjudicar a esa desaparición, el arribo al máximo nivel de violencia en el país por obra y gracia del narcotráfico o del crimen organizado.
No es así. El hecho de que la acción del crimen haya alcanzado a un personaje indiscutible de la política mexicana no quiere decir que, por eso, la violencia se haya salido de control ni las operaciones delictivas.
Hace mucho que los mexicanos estamos ante un escenario de violencia rampante, y en muchas zonas del país francamente fuera de control. Ejemplos: el bloqueo de carreteras en Nuevo León por integrantes del crimen organizado y el narcotráfico; la inclusión, en los planes de estudios de Tamaulipas, de capacitación en caso de encontrarse en medio de un tiroteo y, entre muchos otros, la vida cotidiana en Ciudad Juárez que no se parece en nada a la que se vive en otras partes de México.
Lo único que creo podría servir a raíz de la desaparición del panista, es que la clase política se dé cuenta, primero, que no está exenta y, segundo, que es real el sentir social con respecto a la inseguridad, y no un asunto de percepciones.
No obstante, a estas alturas del partido y más allá de las lamentaciones de los dirigentes y voceros de las fuerzas políticas, veo muy difícil que efectivamente se llegue a un acuerdo para, sin egoísmos partidistas ni electorales, todos se unan con un solo propósito.
Jesús Zambrano, vicepresidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, perredista para mayores señas, acaba de pedir un pacto nacional entre todos los sectores contra la violencia, porque es de los que creen que se ha agravado con la desaparición de Fernández de Cevallos.
Quisiera creer que con eso sería suficiente; quisiera creer que será efectivo, claro, siempre y cuando los demás integrantes de las fuerzas políticas coincidan con Zambrano sin regateo alguno, sin lamentar que otro haya sido el de la idea.
Es muy difícil, insisto. La declaración es espectacular; así, de pronto, suena ideal, no sólo contra la violencia, sino a favor de México. Un acuerdo entre las fuerzas políticas, los académicos, los empresarios, la sociedad en general, para sacar al país del atolladero y por fin llevarlo a niveles superiores de progreso y desarrollo. Hace tanto tiempo que lo deseo… Ojalá.
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