Obama y la esperanza

Si una sensación despertó Barack Obama con su mensaje por televisión a todo el mundo, es la esperanza. En el caso de los latinos, y muy especialmente de los mexicanos, la misma está centrada concretamente en un asunto recurrente: que se reabra el debate de una reforma migratoria integral.

Tras el abrumador apoyo que le dieron los hispanos al hoy presidente demócrata —67% le dio su voto el 4 de noviembre—, los expertos y líderes de la comunidad hispana confían en que, cuando la crisis financiera salga del radar de la próxima administración, entren en agenda temas como los derechos de los trabajadores, el seguro médico y desde luego, la inmigración.

George W. Bush realizó en tramos de su gestión varios intentos para reformar el sistema migratorio, pero todos fracasaron. En 2006, el Congreso presentó la Ley de Protección de la Frontera, Antiterrorismo y Control de Inmigración Ilegal, y en 2007, en medio de marchas multitudinarias a nivel nacional, se intentó aprobar la Ley de Reforma de Inmigración.

Ninguna de las dos se concretó, debido a diferencias irreconciliables entre demócratas y republicanos, e incluso entre republicanos más conservadores que otros.

El nuevo presidente prometió, entre otras cosas, reforzar la seguridad de las fronteras con más personal, infraestructura y tecnología. Además, durante su campaña aseguró que mejoraría el sistema de inmigración disminuyendo la burocracia y aumentado el número de inmigrantes legales para mantener unidas a las familias y cumplir con las demandas de los empleadores, sacándolos de la oscuridad.

Por el momento, Obama cuenta con la confianza y el crédito de los hispanos, pero deberá refrendarlo con el asunto que más reclaman. La esperanza está en marcha, la ilusión de una vida mejor es posible, el presidente llega con un índice de popularidad que ronda 80 por ciento.
 
Pero, como con la cuenta de los primeros 100 días, el crédito abierto tendrá un límite. Si Obama no quiere que los inmigrantes le den la espalda, deberá actuar en un plazo más o menos cercano. Los hispanos saben lo que significa ganar las calles cuando quieren que sus reclamos se escuchen.
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