No abusemos

Hace un año, la crisis económica era un tema más de los noticieros que de la mayor parte de la población. Sí se percibían algunos efectos, como el súbito encarecimiento del dólar estadounidense, que de 10 pasó a 13 pesos, o las confusas señales del Gobierno federal, que a fines de 2008 presumió que subsidiaría el precio de las gasolinas para luego dejar de hacerlo, hasta comprometerse, hace 12 meses, a evitarlo durante 2009, cosa que no cumplió. Pero la mayor parte de los efectos críticos no alcanzaban a la mayor parte de la gente.

Hoy es diferente. No hay reunión de familiares, amigos o compañeros de trabajo que omita referirse a las dificultades económicas que estamos pasando: el dinero que no rinde, las alzas en los precios de los energéticos, los nuevos impuestos que han comenzado a aplicarse, los salarios cada vez más insuficientes o la caída irremediable en la ventas comparadas con las de diciembre de 2008. Y por si fuera poco, 715 mil mexicanos que hace un año tenían algún empleo ya no lo tienen, y cinco millones de mexicanos han llegado o regresado a vivir la miseria cotidiana en los últimos años; la mitad, en los anteriores 12 meses.
Estamos comenzando un año muy complicado, pero no idéntico al 2009. Esta vez toda la población lo va a sentir en sus bolsillos y en su empleo. Hay signos ciertos de recuperación, pero son muy lentos. Es como si hubiéramos ido a la Barranca de Huentitán, que bajamos corriendo —como caímos el año pasado— y ahora tenemos que subir pesadamente la cuesta para llegar al punto en el que comenzamos.

En eso estamos. Por eso es muy importante que a los problemas económicos que todos los mexicanos compartimos no se añada el abuso de quienes, justificados en que subieron la gasolina y los impuestos, aumenten desmesuradamente sus precios, o los gobernantes, de cualquier nivel y partido que, insensibles a la dificultad general, desperdician los recursos públicos y omiten atender las dificultades de la mayoría.

El reto es no ir contra nosotros mismos, sino contribuir a superar, con resultados, el agravamiento del desempleo, la pobreza y la carestía.
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