Los dos grandes temas: seguridad y economía, permanecieron en el mismo estado en el que se encontraban; ni avanzaron, ni retrocedieron.
Previo encuentro trilateral, el senador demócrata por Vermont, Patrick Lehaly, agitó las aguas al presentar una moción, sobre la que no se ha pronunciado aún el cuerpo legislativo, en el que propone acotar la ayuda financiera en la Iniciativa Mérida, porque en México las fuerzas de seguridad violan los derechos humanos.
La defensa de las garantías individuales, para el actual Gobierno estadounidense, no es un tema menor; basta recordar que por ese motivo, congresistas congelaron la aprobación de un Tratado de Libre Comercio con Colombia porque el Gobierno del presidente Álvaro Uribe no puede demostrar que se respetan derechos humanos de los sindicalistas que se oponen al acuerdo.
Obama intentó poner paños fríos en este tema que en México divide, incluso, la opinión de los ministros de la Corte, y dijo que los principales violadores de los derechos humanos son los narcotraficantes. Así, respetuoso del Congreso, Barack Obama evitó referirse al informe Lehaly.
Tampoco se comprometió, más allá de insistir que es urgente, en un pronóstico de aprobación de la reforma migratoria, pues indicó que espera tener una ley en 2010. El proyecto no es prioridad del Legislativo estadounidense, como sí lo es la reforma sanitaria.
Si el capítulo de seguridad dejó declaraciones, la economía no le fue a la zaga.
El domingo, el ex embajador y asesor de Obama, Jeffrey Davidow, anunció que el plato fuerte del lunes, en materia económica, sería el relanzamiento de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad para América del Norte (ASPAN) como herramienta para que el bloque enfrente la crisis financiera, pero ni en la conferencia de prensa ni en el documento final, se dijo una palabra.
Esta vez, sí fue más el ruido que las nueces.
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