Entre conceptos como sustentabilidad, rescate de espacios públicos y promoción de transportes no motorizados —principalmente la bicicleta—, destaca uno que al menos dos de los invitados a este seminario han manifestado abiertamente: felicidad en la convivencia citadina.
En Jalisco, igual que en casi todo el mundo, sus habitantes están concentrados a razón de siete por cada 10, en zonas urbanas. De ahí que vivir en la ciudad ofrezca grandes ventajas, pero también complejidades, la movilidad entre éstas.
Dejando aparte la tarea de definir la felicidad, llama la atención que personajes dedicados a la asesoría profesional y a la actividad académica en varios países, retomen este concepto como un objetivo de política pública, concretamente aplicable en Guadalajara.
En esta ciudad, como ya es conocido, las decisiones oficiales para mejorar la movilidad urbana han caído en una controversia extrema, politizada. Cada nueva postura es ubicada sin remedio, en uno de los bandos. El extremo es tal, que casi suena ingenuo apelar al bien común como motor de una decisión.
En un escenario así, es conveniente escuchar voces diferentes, no comprometidas.
Los expertos invitados, algunos ya entrevistados en esta casa editorial, coinciden en dos cosas: Guadalajara, la zona metropolitana, presenta ventajas enormes en comparación con otras ciudades, pues su población y autoridades han preservado muchos espacios públicos de óptima convivencia, aunque hay mucho por hacer para incrementarlos. Además, subrayan la necesidad de valorar por sobre todo, argumentos técnicos como costo y viabilidad, para elegir sistemas de transporte.
Advierten que como sucede aquí, en todas partes hay inconformidad y periodos de discusión.
Después de escucharlos y saber que se habrán ido en pocos días, queda la expectativa de que ya es tiempo de apoyar más las coincidencias para resolver las necesidades y apelar a una movilidad inteligente.
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