Metros de tela

Me gusta ver los vestidos antiguos, esos que llevaban las damas elegantes de hace muchos años, con faldas amplias y  mangas infladas como artísticos globos, amén de los encajes y arandelas de caras sedas que aun daban más anchura a su atuendo.
 
¿Cuántos metros de tela eran necesarios para un vestido bonito, atractivo, que llamara la atención y hermoseara a la dama que lo luciera?
 
No soy capaz de hacer el cálculo, pero sí puedo decir que -como me agradan las cosas de la historia- a mi parecer, fueron María Antonieta y Eugenia de Montijo las que exageraron  esa moda, sobre todo la segunda que con lo exagerado de su falda pretendía disimular su único embarazo.
 
Corrieron los tiempos y fueron reduciéndose esos metros, los miriñaques no eran tan exagerados ni los polisones que hoy nos parecen tan ridículos. Pero las faldas llegaban hasta los pies, los escotes tapaban el cuello y el corsé era como un suplicio de la moda para que la figura femenina se adaptara lo más posible a los modelos de los figurines de última hora.
 
¡Bellos vestidos!
 
Por esto digo que me gustan las películas de historias pasadas con argumentos de amor, buen final y trajes bonitos.
 
Si el programa que pasan en la televisión se refiere a María Antonieta o María Estuardo solo veo la mitad de la obra, ya sé que el final es tremendo y me lo ahorro.
 
María Estuardo quiso ir a las manos del verdugo bien presentada y llevó unas enaguas rojas para que la sangre que derramara al ser decapitada no estropeara su atuendo.
Pues decíamos que poco a poco los metros de tela fueron disminuyendo en la confección de un vestido, hasta llegar a los tres metros.
 
Con tres metros la modista hacia un vestido completo, a la moda, con los adornos que la misma indicaba.
 
¿Cuántos metros - o centímetros - se precisan hoy para hacer un vestido?
 
Si los más modernos y atractivos son los que lucen las actrices que nos muestra la televisión, diremos que con unos cuantos milímetros hay bastante, poca tela llevan por delante, poca tela llevan por detrás. Cuando el frio  nos martiriza  no hay más remedio que cargar, por lo menos con una bufanda. A ver qué hacemos con ella.
 
La tela de los vestidos no solo sirve de abrigo, sino, además, de buen adorno. Si una muchachita desea destacar y llamar la atención en buen plan, que vaya bien vestida, al fin y al  cabo la mayoría va semidesnuda o semivestida y se han vuelto una imperceptible vulgaridad.

Toluca abril 2011
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