Chihuahua suma casi 30% del total de ejecutados en estos dos años, con una cifra que supera las cuatro mil 514 víctimas. Es decir, cada día de los dos últimos años, en el Estado han sido asesinadas seis personas.
Los indicadores del Gobierno federal muestran el mapa de la violencia en los cinco municipios de la muerte de Chihuahua: Ciudad Juárez, tres mil 544 ejecutados, lo que representa 23.34% del total de esas muertes a nivel nacional; Chihuahua capital, con 692 muertos; Hidalgo del Parral con 105; Nuevo Casas Grandes con 95, y Guadalupe con 38.
La violencia ha llegado a las calles de Juárez, se ha metido en la piel de la familia, ha secuestrado la vida y el libre albedrío de los juarenses; hoy resulta tan peligroso ir a misa como cruzar a El Paso para tomarse una cerveza y comer un pedazo de pizza.
Los que no se han ido todavía es porque están, prácticamente, obligados a quedarse a cuidar sus devaluadas propiedades, ¿a quién se le ocurriría comprar o rentar una casa en Ciudad Juárez, o elegir ese Norte como proyecto de vida?
Esta gente mansa, trabajadora, espera una respuesta. La masacre de Villa Salvárcar fue la gota que colmó el vaso. Erizó la piel de la ciudadanía. Ni siquiera las autoridades que investigan el caso atinan a consolidar una hipótesis de investigación, ¿qué pasó aquel 30 de enero?
Reyes Baeza ahora resulta que no cumplirá con lo que dijo de trasladar, mañana, los poderes a Juárez; Gómez Mont se fue sin dar demasiadas explicaciones.
La clase política, nuevamente, entró en una dináminca que se aleja de la gente cuando más lo necesita. No bastan las declaraciones, se requiere de la contundencia de los hechos, de un plan de acción que, al menos, mitigue tanto dolor.
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