Si bien no se conocen las cifras definitivas de participación, sí fue superior, por lo menos, entre 10 y 13 puntos porcentuales de lo que las mismas autoridades electorales habían estimado y de lo que varias encuestas revelaron.
Estos procesos electorales, cuyos resultados oficiales se conocerán después del próximo miércoles y más tarde si, como se ha hecho en los últimos años, se recurre a los tribunales electorales, dejan para todos varias lecciones.
Como nunca antes se había dado un movimiento ciudadano por la anulación de votos y por la abstención consciente de la magnitud y alcance que se registró en esta ocasión. Será tarea de los ganadores atender puntualmente las causas de esas manifestaciones y actuar en consecuencia. Es claro el desgaste de la clase política y fuerte el reclamo por una auténtica representación del poder ciudadano.
Muchos son los temas pendientes y, entre ellos, quienes finalmente asuman sus nuevos cargos tendrán que trabajar de la mano de la sociedad. No hay otro camino.
México ha sufrido la lentitud con la que avanza la democracia, y los mexicanos ya no están dispuestos a tolerar más retrasos.
La expresión de los electores es un claro mensaje que los presidentes municipales, legisladores y gobernadores deberán entender como un mandato; y con todo y los triunfos que impliquen alternancia, recuperación del poder o la llegada a un cargo de elección popular por primera vez, la clase política está obligada a mostrar humildad y a gobernar de frente: rendición de cuentas, transparencia, combate a la corrupción, impulso a la democracia participativa y atención real a las demandas ciudadanas.
Y para los electores también hay por lo menos dos lecciones que aprender: la conciencia del poder del voto y una mayor participación después de las elecciones.
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