La mentira como razón

¡Señor, Señor, cuán dado es este mundo a mentir!, dice Shakespeare en "Enrique IV". Pero la gran tragedia se instala cuando esta función de la mente se convierte en instrumento de poder.

Como en las épocas y circunstancias más crueles, cuando la mentira era razón y esencia de sectas, clanes, naciones y gobiernos, la mentira vuelve a convertirse en fuente de poder. ¡Se miente para todo!: para ganar elecciones, engañar al pobre, vejar a los pueblos, humillar al ciudadano, negociar prebendas, mostrar cara de "bueno", dársela de moral, chantajear, meter presos a inocentes y obviamente para mantenerse en el poder.

Pero la mentira llega un momento en que pierde su poder. De todas partes emergen demandas y exigencias de promesas no cumplidas.

Lo que está en curso en México es un golpe profundo a todas las esperanzas que por décadas hemos soportado sin el más mínimo recato por parte de nuestros representantes. El que pierda de vista esa realidad es porque prefiere evadirse de ella. Está más que claro: López Obrador va por la insurrección en todo el territorio nacional, y por el desmoronamiento de todas las instituciones.

Dicen los legisladores del Frente Amplio Progresista, que tomaron las tribunas del Congreso para evitar que la reforma petrolera se aprobara sin que se diera un debate amplio al respecto. Ni siquiera saben debatir. Además, resulta absurdo clausurar el espacio del debate para exigir un debate. No, aquí hay una lucha de poder. La invasión de las tribunas de ambas cámaras no se justifica tan fácilmente. Todos aquellos que libremente votaron por un senador o diputado perredista, lo hicieron para contar con un legislador que representara los intereses que parecían coincidir con los suyos, y no para que boicotearan las actividades del propio Congreso al que pertenecen, en el cual, y no en ninguna otra parte, deben defenderse esos intereses. Sin embargo, si este patético despliegue no se justifica, sí se explica: sabemos que en este Congreso, como en todos los que ha tenido nuestro país, nuestros legisladores nunca han actuado de acuerdo con su conciencia, sino de acuerdo con las consignas de su partido, y los perredistas, ante la coalición de los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN), se saben derrotados de antemano.

Por otra parte, es absurda, en mi opinión, la pretensión de que este debate desemboque en un referéndum. Un referéndum sólo se hace para responder Sí o No a una sola propuesta sencilla y concreta. ¿Y cuál es la única posible? Sí o No a la privatización del petróleo. Conocemos desde ya la respuesta: No.

La grandeza que nos interesa no es la que cubra de gloria a la patria, sino la que solucione nuestro futuro. Si para esto no queda más remedio que acudir a la participación de la inversión privada, pues ni modo, tenemos que aceptar nuestra limitaciones, es de grandes hacerlo. Esto, por supuesto, siempre y cuando el Estado mexicano siga siendo el único rector de nuestra industria petrolera.

No nos ahoga el mar, sino la ola.

CARLOS CORVERA / Analista político.

Correo electrónico: corveracmx@hotmail.com
Síguenos en

Temas

Sigue navegando