Este fenómeno no se dio por generación espontánea. Los partidos, los medios y la sociedad en general hemos aplaudido y premiado más a los promotores del No que a aquéllos que plantearon reformas arriesgadas y comprometidas. Hemos sido complacientes con reformas mediocres y celebrado acuerdos pírricos. Le hemos dado prioridad a la estabilidad política, dejando de lado todo aquello que genere fricciones o discusiones. Esto, que en el momento de la transición tuvo un valor político muy importante, es hoy el principal obstáculo del país. Lo que en un principio fue una valiente prudencia, hoy es un cobarde confort. Mantener el No como principio político es condenar a la próxima generación de mexicanos a un desarrollo lento e insuficiente; es condenar a 50 millones de mexicanos y a sus hijos a vivir en la pobreza; es condenar a otra generación más a la migración como única aspiración de vida.
Un grupo notable de mexicanos ha hecho un llamado, fuerte y urgente, a nuestros políticos a construir futuro. Necesitamos una reforma política de fondo que regrese al ciudadano la capacidad de decidir y al mismo tiempo asegure un sistema democrático y eficiente en la toma de decisiones. Lo único peor que una mala decisión, es la indecisión. No se trata de evitar el debate, sino de darnos los mecanismos políticos para el debate productivo. Tomemos el riesgo de decir sí. Construyamos juntos, sociedad y Gobierno; políticos y sociedad civil; medios y líderes de opinión, la Generación del Sí.
Síguenos en