Kirchner, “No llores por mí argentina…”

El día 27 de octubre pasado, la comunidad mundial, dado a lo vertiginoso de los medios modernos de comunicación, se despertó con una noticia inesperada a todas luces, el deceso repentino de ese famoso y eminente político argentino, Néstor Carlos Kirchner, acaecido en un lugar remoto de la Patagonia, su terruño natal, y esta lamentable noticia, no sólo nos sorprendió sino que de inmediato nos pusimos a recordar el por qué, este personaje de la política latinoamericana, llegó ciertamente a ser respetado y además admirado, y ahora, en estos momentos, llorado por su pueblo, si, por 125 bases populares, el auténtico pueblo argentino, que en un momento el movimiento justicialista “les llama nuestros entrañables descamisados”.

Pero, después de los muchos dimes y diretes cuando era gobernantes de ese país hermano ha habido una reflexión retrospectiva tanto de los analistas especializados como de la opinión pública general, y la muestra inobjetable de esa reacción son precisamente las muestras de condolencia, tanto del pueblo argentino, sin distinción alguna de clases sociales, y los puntos de vista, incluidos los grandes poderes políticos de la comunidad internacional, han ponderado positivamente el quehacer político de Kirchner, considerado sin lugar a dudas el político más fuerte de la Argentina en estos primeros años del actual siglo, cuya gestión se podría resumir de manera categórica y concisa arguyendo que mediante una política económica muy sui géneris, logró sacar a flota la misma economía argentina, de tal manera que ese logro, marcó las bases de la historia latinoamericana de la región.

Sin embargo, desde este punto de vista, debemos agregar que la situación particular de la Argentina difiere en muchos aspectos de la de México, pues en el país sudamericano existe mejor conformada lo que suele denominarse como sociedad civil, por lo que hay una conciencia generalizada del quehacer político, cuya bandera aun gira en torno de esa causa esgrimida por el peronismo, el justicialismo, que en términos generales, consiste en una reinterpretación de lo que comúnmente se conoce como justicia social, o sea, que mediante el establecimiento de ciertas políticas públicas, se alcance un mejor repartimiento de la riqueza, aderezado con otras medidas de acuerdo con las circunstancias especiales de las mayorías sociales de ese país sudamericano.

Un comentarista argentino, al analizar el quehacer político desempeñado por un don Néstor, lo considera como “el presidente transgresor y progresista que cambió a Argentina”. (La Jornada, 28 de octubre de 2010). En principio ésta definición podría ser la adecuada para sopesar la gestión gubernativa de Kirchner, porque transgrede ciertas reglas del juego impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), de tal modo que de tajo cercenó la dependencia financiera respecto a ese órgano internacional y demás organismos del mismo tipo. Aunque la radicalidad de tales medidas no produjo una reacción inmediata de la derecha, sumidas en la estupefacción y descrédito público, ésta sí se manifestó de manera agresiva al asumir Cristina Fernández, su esposa, la continuidad del proceso de cambios, en 2007, y vendrían otros hitos políticos de especial trascendencia, pero gracias al apoyo de la vasta clase media argentina, confundida por el discurso demagógico de los monopolios que detentan los medios de comunicación.

Néstor Carlos Kirchner, a pulso, diríamos, se logró ubicar entre ese pequeño puñado de próceres, de prohombres latinoamericanos, que pese a las críticas a los obstáculos, real y positivamente han hecho algo en pro de sus respectivas comunidades.
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