IFE, ¿quién pagará los excesos?

La renovación del Consejo General no rompió la imagen de un instituto disminuido

Muy lejos del “árbitro invisible” que delineara José Woldenberg, y cada vez más cerca al árbitro polémico y errático de la elección presidencial de 2006, el Instituto Federal Electoral se mueve entre el escándalo, la indecisión y los excesos.

De su penosa actuación en el tema de las televisoras —donde dejó la percepción de una autoridad débil y sometida a los poderes de facto— a los escandalosos aumentos de sueldos en plena crisis económica, el hilo conductor es el mismo: un organismo electoral que no se recupera del desgaste que arrastra desde hace tres años.

La renovación del Consejo General, planeada y ejecutada desde el Congreso, con toda su carga de partidización, no logró romper la imagen de un IFE emproblemado y disminuido ante las presiones de los actores políticos. Los nuevos consejeros electorales, comandados por Leonardo Valdés Zurita, han profundizado el desgaste ya sea por su timorata actuación en momentos de conflicto o por un insensible y ofensivo gusto por el gasto.

El incremento salarial, autorizado a los nueve consejeros y otros directivos “de mando” del IFE, aunque después se echó para atrás, es una bofetada a millones de mexicanos que padecen los efectos de la crisis económica. Pasar de un sueldo de 174 mil pesos mensuales, ya oneroso, a casi 300 mil, justo cuando el país vive los peores efectos de la crisis mundial, es una decisión que dinamita la confianza en la institución electoral.

¿Sabrán Leonardo Valdés, Arturo Sánchez, Marco Gómez, Virgilio Andrade, Marco Baños, Macarita Elizondo, Benito Nacif, Alfredo Figueroa y Javier Guerrero —todos así, con un solo apellido— que buena parte de los mexicanos viven en la angustia de perder sus empleos, de ver reducidos sus salarios, de verse asfixiados por las deudas y la incapacidad de pago, mientras ellos se doblan el sueldo sobre la espalda de los contribuyentes? El argumento de la Junta General Ejecutiva, que encabezan Valdés y el secretario ejecutivo, Edmundo Jacobo Molina, fue que la Constitución establece el mismo nivel de responsabilidad a los ministros de la Suprema Corte y a los consejeros del IFE. Con ese simplismo, sorprenden a todo un país con un acto digno de carteristas.

Una cosa es que la Constitución diga que tienen el mismo nivel que los ministros y otra muy distinta que los consejeros elijan este momento, justo la mitad de la peor crisis, para aplicarla literalmente y autorizarse un aumento grotesco. La Constitución dice también que cada mexicano tiene consagrado su derecho al trabajo, y ayer el INEGI reportó que 370 mil trabajadores perdieron su empleo en los últimos meses y hoy hay una cifra récord de desocupados en México.

Lo peor de todo es que con su grotesca actuación, los consejeros electorales no sólo minan a la institución que representan, sino que además le dan al hartazgo ciudadano elementos para perder la confianza en las elecciones y promueven el abstencionismo. Y con eso, de paso, favorecen a un partido, el PRI.

Notas indiscretas...

“Quiero ser un secretario que no se vea, pero se sienta”, les dijo Fernando Gómez Mont a diputados unas semanas después de ser nombrado; en enero de este año se reunió con legisladores en San Lázaro. Tres meses después de su designación, el secretario de Gobernación ha logrado su primer objetivo: no se ve mucho, opera tras bambalinas y no busca los reflectores. Pero no está claro si ya logró el segundo objetivo: ¿se siente que hay responsable de la gobernación interna? Ya lo veremos con lo que pase en Chihuahua después de la reunión que ayer encabezaron en ese estado Gómez Mont y el gobernador José Reyes Baeza...

Como si Nuevo León fuera “el paraíso de la seguridad”, al gobernador Natividad González Parás se le vio de lo más relajado y contento el domingo gritando olés a Pablo Hermoso en la México. Lo curioso es que todavía el martes pasado el gobernador seguía en el DF, como si no hubiera emergencia en su estado. O al menos eso indica la detención que hicieron ese día patrulleros de la SSP capitalina a los escoltas de Nati por “comportamiento sospechoso”. Los guaruras de González Parás circulaban por la ciudad con un maletín lleno de armas y al ser detenidos por los policías se identificaron sin que el asunto pasara a mayores. Una de dos, o el gobernador se siguió dos días más en la fiesta taurina o sus guaruras armados hasta los dientes se quedaron a atender otros asuntos en la ciudad... Se baten los dados. Otra serpiente.
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