En dicha reunión, el Mandatario mexicano Felipe Calderón reconoció que la delincuencia organizada ha escalado otras actividades como el robo, el control de giros negros, el secuestro y la extorsión, y que “la dificultad que enfrentamos es que aún a nivel trasnacional, la criminalidad está, como su nombre lo indica, organizada, y los estados miembros de esta comunidad continental (Latinoamérica) aún no lo estamos entre nosotros mismos”.
Otro de los temas que Álvaro Uribe (Colombia), Felipe Calderón (México), Álvaro Colom (Guatemala) y Martín Torrijos (Panamá) acordaron, fue fortalecer las acciones conjuntas encaminadas a combatir las organizaciones internacionales dedicadas al tráfico de migrantes, y dejaron claro que rechazan y condenan todas las formas de violencia y la presencia y acción de grupos armados ilegales, cualquiera sea su origen y motivación, dice la Declaración de Panamá.
Las naciones de América Latina han estado divididas en la lucha contra las bandas del narcotráfico, renuentes a compartir información y haciendo poco para frenar el lavado de las enormes ganancias que se disfrazan a través de la compra de bienes raíces y en la banca.
Ciertamente, el esfuerzo conjunto de los países afectados por la acción de la delincuencia organizada es la mejor herramienta para tener éxito en esa lucha de las autoridades contra la criminalidad; la Declaración de Panamá es un principio de buena voluntad, que debe reflejarse en hechos concretos, y si además, como lo ha expresado el próximo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cuentan con el apoyo del gigante del Norte, se pueden esperar resultados positivos.
Síguenos en