Encinas. “No soy de aquí ni soy de allá…”

Ciertamente, el cotarro político nacional este año non, “año de dones”, ya se está animando, y pronto alcanzará su máxima expresión, y seguramente el pueblo, la opinión pública podrá presenciar toda una serie clásica de lo que justamente es la “política a la mexicana”.

Pues, en este caso, como dice el adagio popular “a cada capillita se le llega su fiestecita”, y ahora de acuerdo con este orden constitucional, el estado de México, el más opulento, el más desarrollado, el de mayor presupuesto de egresos, también uno de los más poblados de la república Mexicana y con cantidad de problemas y retos, va renovar la gubernatura en el curso de este año, y como se trata de un auténtico bocado de cardenal, pues la gubernatura de la entidad, por su importancia, es la que sigue inmediatamente por debajo de la presidencia del país, los posibles candidatos surgen por allí, más allá y acullá, pero hay que tener presente que muchos son los llamados pero pocos, muy pocos los elegidos.

De ahí los gritos y sombrerazos por disputarse tan soberbio puesto público y disfrutar de tan generosa tajada y, por ende, es el punto clave para lo que bien podría suceder en la próxima elección presidencial. Esto quiere decir, que aquel partido político que logre encumbrar a su candidato en el Palacio de Gobierno de Тоluca, que se encuentra en el Jardín de los Mártires, ya la hizo, ya que tendrá el camino libre y expedito para que su respectivo candidato –o candidote-, se posesione de “la grande”, aunque de cualquier manera no resultará del todo fácil, pues históricamente, a la derecha se le despoja del poder por medio de las armas. A lo dicho, pecho.

Y como en este caso la así llamada izquierda mexicana asegura que la burra es parda porque tiene los pelos en las manos, una izquierda muy también a la mexicana, sin ideología moderna, errática; desorganizada, constantemente dando tumbos, sin planes o programas de gobierno, intenta con temeridad, por las buenas o por las malas, adjudicarse la gubernatura mexiquense, lo que significa que sus dirigentes principales, desde luego al no ser oriundos de la entidad, desconocen cuál es la trayectoria histórica, política y social de un estado de la federación que dio cima a la integración de manera cabal de la gran patria mexicana, y que además, sostiene entre sus brazos al propio Distrito Federal.

Desde este punto de vista, la historia política de dicha entidad es muy sui generis, es decir, su comportamiento político lo ha llevado a cabo de acuerdo con sus usos y costumbres, que viene a ser una especie de ley no escrita y que las diferentes generaciones de ciudadanos mexiquenses las hace observar y cumplir al pie de la letra. Sería también el caso de Luis Bravo Mena, el prospecto panista.

Desde luego, se trata de una entidad altamente politizada, y en términos generales, podríamos afirmar que durante la Revolución Mexicana, el pueblo en general fue fundamentalmente zapatista: era en realidad un estado básicamente rural o campesino. Pero las raíces zapatistas siguen vigentes. Estado, ciertamente bronco, brioso e impulsivo, Fabela, con principios diplomáticos y mano suave, logró institucionalizarlo, sentando, de paso, las nuevas reglas del juego político en la entidad, por lo que, queramos o no, ha sido almacigo de grandes políticos y de excelsos prohombres en todas las ramas del poder, y es un estado de sustantivo crecimiento.

Hay sin embargo una tendencia, se quiera o no del todo aceptable. Recordemos que la entidad se integra por dos grandes valles, el de México y el de Toluca. Pues bien, desde los años veintes del siglo pasado, en que Carlos Riva Palacio, oriundo de Texcoco fue gobernador, no ha habido otro político originario de la entidad que haya vuelto a ocupar dicho cargo, todos ellos lo han sido oriundos de distintos puntos del Valle de Toluca, y para bien o para mal, muchos de ellos de Atlacomulco.

Pero lo que queremos señalar, de manera muy explícita, es que precisamente los usos y costumbres se cumplen o se han cumplido en un hecho al parecer irrelevante; el hecho de que el o los candidatos y por ende el gobernador debe ser originario de la entidad, no obstante que la constitución local o federal, u otras disposiciones legales señalen que basta con que el candidato tenga arraigo en el estado por equis número de años y que conozca su problemática. El caso más reciente sucedió con Mario Ramón Вeteta, que a pesar del apoyo oficial que lo encumbró en el cargo, no soportó la presión del pueblo mexiquense por el hecho, al parecer trivial, de que no era nacido en el propio estado.

Ahora bien, en esta ocasión, estamos viendo que el compañero Alejandro Encinas Rodríguez, con el apoyo del Movimiento de la Restauración Nacional y de López Obrador (?), economista, político, hechura de López Obrador, Jefe sustituto en el Gobierno del Distrito Federal; maestro universitario, diputado federal por dicho estado en dos ocasiones (LIII y LV legislaturas), profesor asimismo en la Universidad Autónoma de Chapingo, ubicada en Texcoco; excelente amigo; conciliador; “buena onda”; probo, honesto, pero pesa sobre él esa consigna, no es originario de la entidad. El señor nació en la colonia San Migue Chapultepec, en Tacuba, D.F., y es solamente residente en alguna colonia elegante de algún municipio mexiquense conurbado a la ciudad de México.

Y este principio, comendador, se cumple. El pueblo mexiquense es celoso de sus tradiciones. En lo personal, no dudamos de la capacidad de Alejandro, en su bonhomía; en su don de gentes. Ahora, hay que recordar que ya fue candidato, contra viento y marea en 1993, y obvio, no ganó. La historia no se repite ni da saltos, dicen los marxistas, y tal vez, el bueno de Alejandro recuerde esos principios. Por lo que la izquierda a la mexicana, no cuenta con la presencia y la enjundia para modificar la cultura y el modelo político, ni los patrones cívicos mexiquenses.

 Nos hemos enterado de muchas opiniones de editorialistas, Rolando Cordera, John M. Ackerman, entre otros más, que lo favorecen, que lo alientan, que lo apoyan. Pero ellos no deciden. EI pueblo, o en su caso los núcleos de poder tienen la palabra. Sin embargo el pueblo mexiquense es muy especial. Como ellos dicen, no admiten “extranjeros…” (¡¡¡)
Síguenos en

Temas

Sigue navegando