El emitido ayer por el banco central es así. En apenas cuatro párrafos, su Junta de Gobierno dice que estamos en medio de un mar agitado, el de una “fuerte recesión por la que atraviesan los países industrializados (que) está afectando los mercados financieros, los flujos de capital y el desempeño de las economías emergentes”, como la nuestra.
Luego le pone una “estrellita en la frente” al pueblo mexicano, al reconocer que la inflación ha comenzado a ceder “con miras al logro de la meta de 3% al final de 2010”, lo que en términos llanos significa que la gente ha sido cauta en sus compras y en la administración de sus bienes.
Luego viene una descripción del padecimiento: nuestras exportaciones han disminuido, lo mismo que el consumo, la producción industrial y el poder adquisitivo de los salarios.
En esto coincide el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que ayer también informó que la generación de riqueza en México, medida con el Producto Interno Bruto (PIB), cayó a fines de 2008, particularmente en la industria manufacturera, lo que confirma que nuestra producción tradicional de bienes está perdiendo mercados.
Este barco llamado México se mueve y se agita entre grandes olas de incertidumbre por lo que vivimos y por el desconocimiento de lo que esta crisis pueda durar. Sin embargo, hasta ahora, los que operan el timón y las máquinas demuestran tener suficiente control de la situación.
Sin duda, en este tiempo complejo a cada mexicano le toca hacer su labor lo mejor que pueda, sin exceso de confianza ni pánico. Le toca aplicarse en salir de esta situación, que se va a llevar tiempo, y luego madurar nuestra calidad de ciudadanos de este país. En los Gobiernos, en las empresas y universidades hay buenos dirigentes, pero también hay tiburones que especulan contra la desventura general. Salgamos del mar agitado y luego, con lo que hayamos aprendido, hagamos un país mejor.
Síguenos en