Grupos organizados, o ciudadanos a título personal, han externado que en la jornada comicial irán a las urnas (¡ojo, están anunciando que votarán!), pero al tener las papeletas en la mano optarán por anular su sufragio. Y un buen número de dirigentes partidistas han puesto el grito en el cielo asegurando que esta acción, que apunta a convertirse en masiva, “lleva a que se rechace el sistema democrático de partidos que tenemos” (según el priista Samuel Aguilar), o contribuye a “sustituir sistemas democráticos por sistemas autoritarios” (en palabras del presidente perredista Jesús Ortega).
Hay que advertir, en primer término, que el fenómeno del desinterés de los ciudadanos por las elecciones en general, y particularmente por las llamadas “intermedias” (en las que sólo se renuevan las legislaturas y las presidencias municipales), no es una novedad que haya irrumpido de manera sorpresiva en el proceso en curso.
Según datos del propio Instituto Federal Electoral (IFE), durante los últimos cuatro procesos electorales (1997-2000-2003-2006) se han dejado de emitir más de 91 millones de sufragios para designar a diputados federales, llevando al sistema electoral mexicano a niveles de abstencionismo que han alcanzado 58% del padrón electoral. ¿Cómo la ve? Tres de cada cinco electores, que tendrían la oportunidad de ir a las mesas de votación y cruzar el escudo de un partido, o la foto de un candidato para determinar que es esa persona la que él ha elegido para que lo represente o para que lo gobierne, simplemente han decidido no hacerlo, no votar. Esto ocurrió concretamente hace seis años, es decir, en la elección intermedia inmediata anterior.
Este desinterés, que pudiera conllevar una alta dosis de desconfianza en los partidos políticos, e incluso en las instituciones electorales, ahora está cobrando una fuerza inusitada, y ya prendió los focos de alarma tanto en unos como en otras. Las reacciones, como ya se dijo, han sido diversas; hay quienes ven en estas expresiones ciudadanas una maquinación oscura de fuerzas de derechas o izquierdas que pretenden dinamitar el proceso electoral; otros dicen que son los grandes medios de comunicación que están tratando de manipular a la ciudadanía porque están resentidos al haber sido marginados de la gran tajada de dinero que significaba la publicidad partidista en épocas electorales; bueno, hay hasta quien ve detrás de este movimiento ¡al ex presidente Vicente Fox! Bueno, sin comentarios.
Pero, ¿qué dice la ley sobre el voto, sea éste válido, nulo o inexistente? “La promoción de la participación ciudadana para el ejercicio del derecho al sufragio corresponde al Instituto Federal Electoral, a los partidos políticos y sus candidatos”, apunta el artículo 2 del Cofipe.
Obviamente hay que preguntarnos: ¿Han hecho su tarea, de manera eficaz, las instituciones electorales, los partidos políticos y sus candidatos? Tal vez en la respuesta a esta simple pregunta esté la razón de miles de mexicanos que quieren quedarse en sus casas o votar en blanco, o anular su voto, el próximo 5 de julio. Porque los partidos no son sinónimo de democracia.
VÍCTOR . WARIO / Periodistaq.
Correo electrónico; vwario@informador.com.mx
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