Los tiempos que marca la ley ya no permiten hacer lo que realmente necesita el país: una reforma fiscal integral que garantice una verdadera mejora en la forma de recaudar. El Gobierno federal y el Poder Legislativo están entrampados en una negociación que sólo garantiza el funcionamiento del Estado para el próximo año, y que cause el menor daño político.
El tiempo se está acabando, pero no sólo en el Legislativo. Se debe notar que los recursos que damos como contribuyentes son realmente invertidos de forma sabia. Son tiempos de crisis en donde no basta con apretarnos el cinturón y tener que subir los impuestos, es un momento de oportunidad para promover herramientas para una mejor redistribución del capital.
No debemos hacer oídos sordos a advertencias como las que hace el rector de la UNAM, José Narro, cuando dice que México está en peligro de caer en una crisis social. Los políticos han visto que ya no es tan fácil subir un impuesto sin que haya una respuesta a la altura de la sociedad. En el 3% propuesto a las telecomunicaciones, los senadores se han tenido que sentar con los llamados “twitteros” —jóvenes que forman parte de una comunidad virtual en internet donde se comunican— para entender las consecuencias de su decisión. Los tiempos son otros y por ello las soluciones deben ser otras.
Como sociedad, como mexicanos comprometidos con nuestro país, lo mínimo que podemos exigir a quienes nos gobiernan es que emprendan los verdaderos cambios que nos lleven al bienestar. Que hagan el trabajo para el que fueron elegidos, dejando a un lado los intereses partidistas, o de los gobernadores o del jefe del Ejecutivo.
El partido para el que todos trabajamos se llama México.
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